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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Y cuántas veces, después, había visto las cosas de otra manera, y había llegado a pensar: «¡Todo es cuestión de geografía! Si yo fuese turco, todo esto sería legítimo; pues figurémonos que estamos en otras latitudes... y longitudes». Más era: en aquel instante en que hacía tan tristes reflexiones, ¿estaba arrepentido? No.

¿Y por qué no había de regocijarme? Es nuestro primo. ¿Y nada más? dije yo amenazándola con el dedo, como lo había visto hacer la víspera a papá. Entonces, de improviso, ella se puso muy grave y me dirigió con sus grandes ojos tristes una mirada tan llena de reproche, que sentí que la sangre me afluía, ardiente, al rostro.

Madrid, Abril de 1872. Cesó de quejarse la pobrecita; movió la cabeza, fijando los tristes ojos en las personas que rodeaban su lecho; extinguióse poco á poco su aliento, y expiró. El Ángel de la Guarda, dando un suspiro, alzó el vuelo y se fué.

Arriba, en el vestíbulo, nadie: muebles por todos lados, rollos de alfombra y de cuerdas, espejos arrimados a la pared; algunas plantas, maltratadas, tristes en medio del desorden: las puertas abiertas, mostrando el piso desnudo de las habitaciones... el sol, a través de la vidriera, pintaba preciosos cuadritos de color sobre las losas de mármol... allá dentro, se oía mucho bregar y voces y el canto alegre de un canario.

Porque... porque no: porque para ahogarse usted era preciso que antes me hubiera ahogado yo, y después el yacht con Cornias adentro, y después los peces de la mar, y la mar misma en sus propias entrañas, ¡y hasta el universo entero!... porque hay cosas que no pueden suceder ni concebirse, y por eso no suceden... Y ¡por el amor de Dios! esparza usted ahora esos tristes pensamientos, como yo esparzo los míos... que son bien tristes también, y muy mortificantes y muy negros, y conságrese sin perder minuto a hacer lo que la tengo recomendado; porque no da espera.

«Te quiero con toda el alma, Rodolfo mío; no vivo más que para , y me duele mucho que me digas esas cosas tan tristes. ¿A qué hablar de la muerte cuando somos tan dichosos? dices que la muerte debe ser deseada en los momentos de felicidad, y entonces más que en las horas de dolor. ¿Dónde has aprendido eso? Dime: ¿dónde? Tienes unas cosas muy raras.

Esa música espontánea Que produce la natura, Cual tus cantos, sin cultura, Y ruda como tu voz, Tal vez en noche callada, De blanco cráneo en los huecos, Produce los tristes ecos Que oye el pueblo con pavor.

Pero aquello también había pasado; encontraba pueril levantar colmenas y más colmenas para gentes que no conocía; fabricar avisperos en que se cobijarían otros tan tristes como él, pero animados siquiera por el amargo placer de envidiarle. Me aburro, Luis decía el millonario.

En su extraña situación, viviendo durante el día de jugueteos infantiles con una muchacha que no despertaba en él más que el regocijo de la camaradería fraternal y durante la noche de tristes recuerdos, lo único que le placía era la confianza de su madre, la tranquilidad de la casa, el poder ir y venir sin sentir fijos en él unos ojos irritados y escuchar palabras de indignación ahogadas entre dientes.

No puedo olvidar aquellos tristes días. Jueves y domingos salíamos de paseo, a lo largo del fangoso río, cuyas aguas parecían dormidas a la sombra de los sauces piramidales.

Palabra del Dia

santificación

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