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Actualizado: 25 de julio de 2025


Unas veces llevaba de compañero a San Juan Bautista; otras, a San Antonio; otras, a Santa Bárbara... y nada: ni tristes cinco duros. Entonces dije yo para : hay que ir a la fuente limpia; estos compañeros no valen. ¿Y qué se me ocurrió?

Cenaron todos un poco tristes por la influencia melancólica de tales noticias, de los comentarios lúgubres con que las acompañó el ex-capitán miliciano, y de los presagios fatídicos que hizo.

Pero asomada a la ventana, se olvidaba por qué estaba allí, perdida en reflexiones dulces y tristes al mismo tiempo, vuelta melancólica del pasado radiante, aspiración vaga hacia un porvenir que la esperanza, esa vivaz flor de la juventud, le mostraba, si no dichoso, al menos tranquilo y pacífico.

Eso ya lo sabía yo... pues lo de al prójimo contra una esquina siempre me ha parecido una barbaridad. No hablemos más de eso.... No quiero pensar en cosas tristes. No digo más sino que si se me muere el hijo... vamos, no quiero pensarlo... si se me muere, lo mismo me da lo blanco que lo negro....

Las ideas tristes habían volado como pájaros de invierno, Ana se había visto en el paseo de San Blas rodeada del mundo, agasajada, y a su lado iba don Álvaro Mesía, enamorado, triste de tanto amor, resignado, cariñoso sin interés, suave y tierno, sin esperanza.

Conservo íntegras las creencias en que fuí criado; guardo incólume la fe de mis padres, y ella ha sido para , en mis horas negras, en mis días tristes, fuente de consuelo, faro salvador; ella alivió mis dolores y restañó siempre las heridas más hondas de mi corazón con el bálsamo de las eternas esperanzas.

Doléos de las tristes afligidas Que quedan sin abrigo y compañìa; Tambien de las doncellas doloridas Que pierden á sus padres y alegrìa: De las madres, Señor, enternecidas, Que pierden

Pero ¡ay! no busquéis en los habitantes de Villaverde una alegría placentera, como pudierais esperarla, en harmonía con la naturaleza; no busquéis allí caracteres regocijados, espíritus afables y risueños. Villaverde es la ciudad de los espíritus desalentados y melancólicos; es la ciudad de las almas tristes. ¿Cosa del clima?

Y haz el favor, para otra vez, de dejarte en la calle tus agonías y no ponérteme delante con esa cara de viernes, pues bastantes espectáculos tristes tenemos en casa».

Para que no les moleste, las costureras se agrupan en uno de los rincones. Teresa, la más filarmónica de ellas, entona con voz suave y tímida un canto romántico de cadencias tristes y prolongadas, a propósito para ser acompañado en terceras. Y en efecto, Nieves no tardó en hacerle el dúo, como allí se decía. Las demás la siguen cantando, unas en primera y otras en segunda voz.

Palabra del Dia

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