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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Lo que le decía a usted, estaba vistiéndome para salir a oírla, cuando entró Joaquinito a darme la gran peripecia. ¡Buena ha sido, buena! exclamó doña Lupe, oprimiendo contra su seno la mano en que tenía los billetes, tan bien cogidos que no se veía el papel por entre los dedos. Quédate con Dios dijo Torquemada a Maximiliano que sólo contestó al saludo con un ju ju...

Torquemada no se iba enterando ni poco ni mucho; pero el otro se metía en un laberinto del cual no salía sino callándose. Lo único que Don Francisco sacaba de toda aquella monserga, era que Dios es la Humanidad, y que la Humanidad es la que nos hace pagar nuestras picardías ó nos premia por nuestras buenas obras. Lo demás no lo entendía así le ahorcaran.

Usted es la única persona que le domina cuando se pone así... Salga a ver si le encuentra; yo se lo ruego». A esto replicó el buen farmacéutico que no podía repicar y andar en la procesión. Fuese la de Jáuregui desconsoladísima, con intento de ver al Sr. de Torquemada, faro luminoso que le marcaba el puerto en todas las borrascas de la vida.

Algunas tardes se iban á pasear juntos los dos tacaños, charla que te charla; y si en negocios era Torquemada la sibila, en otra clase de conocimientos no había más sibila que el Sr. de Bailón.

Mire que ya va para viejo; mire que el mejor día se pone delante la de la cara pelada, y a ésta que no le da usted el timo. ¿Pero de dónde sacas , estampa de la sura replicó Torquemada con ira, agarrándola por el pescuezo y sacudiéndola, de dónde sacás que yo soy malo, ni lo he sido nunca? Déjeme, suélteme, no me menée, que no soy ninguna pandereta.

Torquemada había sido alabardero en su mocedad, y conservando el bigote y perilla, que eran ya entrecanos, tenía un no qué de eclesiástico, debido sin duda a la mansedumbre afectada y dulzona, y a un cierto subir y bajar de párpados con que adulteraba su grosería innata. La cabeza se le inclinaba siempre al lado derecho.

La cara de militar adulterado no expresaba más que un interés decidido por la familia. Al fin Torquemada, que no gustaba de perder el tiempo, dijo a su amiga: «Vamos, doña Lupe, que hoy estamos de buena. ¿A que no me acierta usted la peripecia que le traigo?». La fisonomía de la señora se iluminó, pues sabía que su amigo llamaba peripecia a toda cobranza inesperada.

A las diez y media del otro día, mientras don Francisco y toda la familia menuda estaban de paseo en la Cuesta de la Vega, quedó realizada la operación. Aparecieron con usurera exactitud, a la hora fija, Torres y Torquemada. Este era un hombre de mediana edad, canoso, la barba afeitada de cuatro días, moreno y con un cierto aire clerical.

Ya le he dicho á usted que tuviera mucho cuidado con este fenómeno del chico. ¡Tanto estudiar, tanto saber, un desarrollo cerebral disparatado! Lo que hay que hacer con Valentín es ponerle un cencerro al pescuezo, soltarle en el campo en medio de un ganado, y no traerle á Madrid hasta que esté bien brutoTorquemada odiaba el campo y no podía comprender que en él hubiese nada bueno.

Salió la trapera del cuarto para volverse á la cocina, y en el comedor se encontró al amo que, sentado junto á la mesa y de bruces en ella, parecía entregarse á profundas meditaciones. Yo no entiendo lo que dice... pero á cuenta que dirá que debemos ser buenos.... ¡Sabe más ese ángel!... Como que por eso Dios no nos le quiere dejar.... ¿Qué sabes , tía Roma? dijo Torquemada poniéndose lívido.

Palabra del Dia

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