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Actualizado: 4 de julio de 2025


Váyase usted al rábano con sus Conjuntos y sus papás, le dijo Torquemada echando lumbre por los ojosBailón no insistió; y juzgando que lo mejor era distraerle, apartando su pensamiento de aquellas sombrías tristezas, pasado un ratito le habló de cierto negocio que traía en la mollera.

Llenóse la casa de vecinos y amigos, que en tales trances suelen acudir compadecidos y serviciales. Por fin tuvo término el patatús de Torquemada, y caído en profundo sopor que á la misma muerte, por lo quieto, se asemejaba, le cargaron entre cuatro y le arrojaron en su lecho.

Respetemos las disposiciones del grandísimo Todo á que pertenecemos, y vengan penas. Para eso está la filosofía, ó si se quiere, la religión: para hacer pecho á la adversidad. Pues si no fuera asi, no podríamos vivirTodo, lo aceptaba Torquemada menos resignarse. No tenía en su alma la fuente de donde tal consuelo pudiera salir, y ni siquiera lo comprendía.

Aquella noche, excitado por el entusiasmo que le produjo la resolución de casamiento, se dejó decir, tocante a su tía, algo que era quizá indiscreto. Doña Lupe prestaba dinero, por mediación de un tal Torquemada, a militares, empleados y a todo el que cayese.

Y para el padre, ¡que golpe! ¡Porque figurémonos todos lo que sería D. Francisco cuando su hijo, ya hombre, empezase á figurar, á confundir á todos los sabios, á volver patas arriba la ciencia toda!... Torquemada sería en tal caso la segunda persona de la Humanidad: y sólo por la gloria de haber engendrado al gran matemático, sería cosa de plantarle en un trono. ¡Vaya un ingeniero que sería Valentín si viviese!

Los calomelanos y revulsivos no daban resultado alguno. Tenía el pobre niño las piernas abrasadas á sinapismos, y la cabeza hecha una lástima con las embrocaciones para obtener la erupción artificial. Cuando Rufina le cortó el pelito por la tarde, con objeto de despejar el cráneo, Torquemada oía los tijeretazos como si se los dieran á él en el corazón.

Pero al pensar esto, figurábase ver al señor de Torquemada exponiendo a D. Francisco, con la rosquilla por delante, la obligación de satisfacer la deuda; representábase luego al irritado esposo... No, con todo el poder de su imaginación, no podía representarse la noble ira de aquel santo hombre tan enemigo de enredos. «Antes que eso concluyó por decir , todo, todo, incluso que esta frutilla temprana me pisotee... Yo sola paso la vergüenza; nadie me lo sabe y ni nadie me lo ha de sacar a la cara».

Porque si habían de llevarse á Valentín, ¿para qué le trajeron acá, dándole á él, al buen Torquemada, el privilegio de engendrar tamaño prodigio? ¡Bonito negocio hacía la Providencia, la Humanidad, ó el arrastrado Conjunto, como decía Bailón! ¡Llevarse al niño aquél, lumbrera de la ciencia, y dejar acá todos los tontos! ¿Tenía esto sentido común? ¿No había motivo para rebelarse contra los de arriba, ponerle como ropa de pascua y mandarles á paseo?... Si Valentín se moría, ¿qué quedaba en el mundo obscuridad, ignorancia.

Torquemada hizo una separación de billetes, dando la mayor parte a doña Lupe. «Los seis mil reales de usted... dos mil míos. Buen chiripón ha sido este. Yo los contaba, como quien dice, perdidos, porque el tal Joaquinito está, según , con el agua al cuello. ¿Quién será el desgraciado a quien ha dado el sablazo? A bien que a nosotros no nos importa». Como no le hemos de prestar más...

Cuando se quedó solo con él, Bailón le dijo que era preciso tuviese filosofía; y como Torquemada no entendiese bien el significado y aplicación de tal palabra, explanó la sibila su idea en esta forma: «Conviene resignarse, considerando nuestra pequeñez ante estas grandes evoluciones de la materia... pues, ó substancia vital. Somos átomos, amigo D. Francisco, nada más que unos tontos de átomos.

Palabra del Dia

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