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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Amaneció el día que se siguió a la noche de la ronda del gobernador, la cual el maestresala pasó sin dormir, ocupado el pensamiento en el rostro, brío y belleza de la disfrazada doncella; y el mayordomo ocupó lo que della faltaba en escribir a sus señores lo que Sancho Panza hacía y decía, tan admirado de sus hechos como de sus dichos: porque andaban mezcladas sus palabras y sus acciones, con asomos discretos y tontos.

En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa, acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento, diciéndole: Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos revolucionarios son tontos.

El hombre compensó con los goces de aquella noche los sufrimientos y tristezas de tantísimos meses. Toda la gente que próxima estaba, mirábale con cierta expresión de asombro y respeto, como se mira a quien es, ha sido o va a ser algo en el mundo. En cuantos asuntos se trataron aquella noche en el círculo, Rubín hizo gala de las ideas más sensatas. Era preciso moralizar la administración provincial, desterrar abusos; sobre todo, en el destierro de los abusos insistió mucho. Su plan de conducta era muy político... contemporizar, contemporizar mientras se pudiera, apurar hasta lo último el espíritu conciliador; y cuando se cargara de razón, levantar el palo y deslomar a todo el que se desmandase... Mucho respeto a las instituciones sobre que descansa el orden social. Cuando va cundiendo el corruptor materialismo, es preciso alentar la fe y dar apoyo a las conciencias honradas. Lo que es en su provincia, ya se tentarían la ropa los revolucionarios de oficio que fueran a predicar ciertas ideas. ¡Bonito genio tenía él...! En fin, que el pueblo español está ineducado y hay que impedir que cuatro pillastres engañen a los inocentes... La mayoría es buena; pero hay mucho tonto, mucho inocente, y el Gobierno debe velar por los tontos para que no sean engañados... En cuanto a moralidad administrativa, no había que hablar.

Ambos somos más liberales que Riego; ambos somos más despreocupados que el autor del Citador, libro que V. habrá leído; ambos somos progresistones de lo más fino y neto, y a ambos nos hechiza la igualdad, con tal de que no sea más que ante la ley, y salvas las desigualdades, merecidas o arrebatadas por naturaleza, por gracia, por habilidad o por acaso, de ser unos tontos y otros listos, unos ricos y otros pobres.

Porque eso son los tontos, personas que no tienen misión alguna». Fortunata no tenía criada. Decía que ella se bastaba y se sobraba para todos los quehaceres de casa tan reducida. Muchas tardes, mientras estaba en la cocina, Maximiliano estudiaba sus lecciones, tendido en el sofá de la sala.

Y así, por este sistema de exclusión, llegó a demostrar a su padre que él no podía ser otra cosa que jurisconsulto, la carrera en que caben todos, los grandes y los pequeños, los listos y los tontos, y los que se buscan el título como puerta para salir a todos los campos de las humanas ambiciones, que no eran pocas a la fecha.

¡Entonces, ha cumplido su amenaza, después de todo! ¡La ha cumplido! Hemos sido unos tontos, Reginaldo... ¡verdaderamente tontos! murmuré. Así parece. Confieso que yo esperaba confiadamente que nos diría la Combinados con una constitución de caballo, porque, si no, haría mucho tiempo que se hubiera muerto. Pero hemos sido engañados... completamente engañados por un moribundo.

El simón de hoy es el landau de mañana... Esto es una noria; cuando un cangilón se vacía otro se llena». Apareció un coche de gran lujo, con lacayo y cochero vestidos de rojo. «El Rey Amadeo dijo Miquis El Rey. Mira, mira, Isidora... No me quitaré yo el sombrero como esos tontos. Si apenas le saludan... observó Isidora con lástima . Pues cuando vuelva a pasar, le hago yo la gran cortesía.

El capitán se detuvo ruborizándose hasta las orejas. Creo dijo que he ido más lejos que mi pensamiento. ¿Dónde estábamos? En todas partes respondió el conde Dandolo. Es justo, puesto que hablamos de Inglaterra. ¿Cree usted que si lo de Ky-Tcheou hubiese ocurrido a un navío inglés se hubieran conformado sus oficiales con bombardear la ciudad? ¡No son tan tontos!

Los otros tontos, los que creían que Guimarán era ateo de puro malvado y de puro sabio, mirarían aquella conquista como cosa muy seria, como una ganancia de incalculable valor para la Iglesia.

Palabra del Dia

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