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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Y ella, ¿qué tal está?... Buena moza, ¿cómo va ese valor?». La joven no respondía. Estaba como aletargada. Pero el chico siguió chillando, y al reclamo de él, la madre abrió los ojos, y tomándole en brazos, le acercó a su seno. Ballester mandó a la criada que quitara la luz, que acaloraba mucho la alcoba, y se sentó donde antes había estado Maxi.
Son unos animales soberbios y el cochero debe ser muy hábil. No sé como no nos rompimos el pescuezo en esta carrera salvaje. ¡Ah! comienzo a tranquilizarme, pero necesito descansar, y os ruego que me permitáis retirarme. La condesa abrió la puerta de un armario y sacó una botella y una copa. Mi pobre Mathys le dijo tomándole la mano , vuestro susto debe haber sido grande.
Sin embargo, Pepa insistía aspirando a arrancar de aquel cerebro luminoso el secreto de la mina: bromeaba tomándole de las solapas de la levita, llamándole viejo, cazurro, zorro, haciendo gala de una desvergüenza que en ella había llegado a ser coquetería. El banquero no daba fuego.
Viendo, pues, el cura que tan bien había salido con su intención y con lo que deseaba el capitán, no quiso tenerlos a todos más tiempo tristes, y así, se levantó de la mesa, y, entrando donde estaba Zoraida, la tomó por la mano, y tras ella se vinieron Luscinda, Dorotea y la hija del oidor. Estaba esperando el capitán a ver lo que el cura quería hacer, que fue que, tomándole a él asimesmo de la otra mano, con entrambos a dos se fue donde el oidor y los demás caballeros estaban, y dijo: -Cesen, señor oidor, vuestras lágrimas, y cólmese vuestro deseo de todo el bien que acertare a desearse, pues tenéis delante a vuestro buen hermano y a vuestra buena cuñada.
Pero su tío, el señor Rafael, tomándole por un brazo y llevándole aparte, le dijo al oído: Hijo, no te sofoques. ¿No ves que tu suegro está borracho perdido? Estas prudentísimas palabras gozaron el privilegio de calmar instantáneamente la cólera de Frasquito. Renació la esperanza en su corazón y otra vez tornó á ver las diez mil pesetas delante de los ojos.
Miró el gran Constantino a la Regenta y tomándole la cabeza con ambas manos la besó con estrépito en la frente; y después dijo: ¡Pero qué hermosísima está hoy esta rosa de Jericó! ¡A la catedral, a la catedral! gritaron los del salón.
Juan Montiño, que se había descubierto respetuosamente dejando ver por completo su simpático y bello semblante y su hermosa cabellera rubia, sacó en silencio de un bolsillo de su jubón el brazalete real de que se había apoderado y que en tantas confusiones le había metido, y le entregó á la dama. ¡Ah! exclamó ésta tomándole con ansia.
Al cabo se acercó por detrás á su querida y, tomándole el rostro entre las manos, le dijo inclinándose: No hablemos más de eso. Seamos felices. Hace ya algún tiempo que me tratas con mucha crueldad, ingrata. Mis caricias no logran despertar en tu corazón un movimiento de ternura ni en tus labios una sonrisa. Á medida que mi amor crece parece debilitarse el tuyo. Te encuentro muy fría.
¿Es de veras eso, chico? dijo acercándose a él sonriente y tomándole con sus dedos finos sonrosados la barba . No lo creo.... Tú no tienes temperamento de enamorado.... Y si no, vamos a probarlo.... Si yo te mandase hacer una cosa que pudiera costarte la vida, o lo que es aún peor, la honra ... algunos años de presidio..., ¿lo harías? ¡Ya lo creo! ¿Sí?... Pues mira, quiero que mates a mi marido.
Los niños avanzaron hacia él, y tomándole una mano se la fueron besando sucesivamente. Después el aya, que venía detrás, quiso hacer lo mismo, pero el clérigo la retiró velozmente y con sorpresa. El conde le abrazó respetuosa pero afectuosísimamente. ¡Vaya si valen los lugareños, y vaya si se les quiere también por allá!
Palabra del Dia
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