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Su charla animada, el suave centelleo de sus ojos, aquellos ademanes graciosos y desenvueltos iluminaron su alma repentinamente y tocaron en ella a gloria. Olvidado de todo y enajenado por el timbre adorable de su voz se hallaba, cuando entró en la sala Cecilia. La vista de su víctima le produjo una extraña y violenta impresión. Levantóse del asiento automáticamente. Su fisonomía cambió de color.

¡Ah! ¿Chillas todavía, pendón? gritó entonces el presbítero gordo, espíritu impetuoso como ya sabemos. Y alzando la mano, le sacudió un terrible bofetón. Fue la señal. Más de veinte manos se posaron alternativa o simultáneamente sobre las mejillas del joven naturalista. D. Pantaleón acudió a socorrer a su amigo y también le tocaron algunos porrazos.

Tres puntos fueron los que en aquellos días se tocaron en las conversaciones en que la política o la literatura no entraban por nada.

Con su auxilio bajaron primero á la noble dama y no tardaron en verse todos al pie de la torre, rodeados de los valientes arqueros de la Guardia Blanca. ¿Dónde está el capitán Claudio Latour? fué lo primero que preguntó el barón de Morel, apenas sus pies tocaron el suelo.

19 Llegó pues Gedeón, y los cien varones que [llevaba] consigo, al principio del campamento, al principio de la vela del medio, despertando solamente los guardias; y tocaron las trompetas, y quebraron los cántaros que [llevaban] en sus manos. 20 Y los tres escuadrones tocaron [sus] trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y dieron grita: ¡El cuchillo del SE

Cuando tocaron a matar, con catorce puyazos que yevaba en el cuerpo y las banderiyas completas, estaba tan guapo y tan valiente como si no hubiese salió de la dehesa. Entonces... El ganadero, al llegar a este punto, deteníase siempre, para afirmar su voz, que se hacía trémula.

Sirvióse primero una sopa que, por lo flaca y aguda, parecía de Seminario; después siguió un macilento cocido, del cual tocaron á Lázaro hasta tres docenas de garbanzos, una hoja de col y media patata; después se repartieron unas seis onzas de carne que, en honor do la verdad, no era tan mala como escasa, y, por último, unas uvas tan arrugadas y amarillas, que era fácil creer en la existencia de un estrecho parentesco entre aquellas nobles frutas y la piel del rostro de Salomé.

Por fin la expedición llegó á las regiones boreales de la casa, á la elevada zona en que el poeta había hecho su nido. Tocaron, y abierta la puerta, nuestros amigos se encontraron frente á frente de una mujer que, con soñolientos ojos y rostro avinagrado, alzaba la mano sosteniendo un candil, próximo á imitar la sabía conducta de los de la escalera.

La discordia y la guerra le tocaron de más cerca, dentro de sus dominios, haciéndole considerar por unas horas la conflagración general como un asunto de secundario interés. No supo ciertamente cómo se fué iniciando la pelea; pero una noche, durante la comida, notó que Castro y Novoa, con estudiada frialdad, cruzaban sus palabras lo mismo que si fuesen espadas.

Lea, de rodillas se arrastraba á los pies de su antiguo amante, levantaba hacia él su hermosa cara inundada de lágrimas y todo su ser se estremecía. En un movimiento de febril ardor sus labios tocaron los del joven... Pero él la separó dulcemente y la dejó á cierta distancia, aterrada por aquella frialdad que había esperado vencer. Es tarde Lea, dijo; la noche avanza y hay que pensar en mañana.