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Actualizado: 27 de junio de 2025
Vamos, no lo podía remediar el marqués; según frase suya, Rita le escamaba terriblemente. ¡Es que a veces ostentaba una desenvoltura! ¡Se mostraba con él tan incitadora; tendía la red con tan poco disimulo; se esponjaba de tal suerte ante los homenajes masculinos!
Al ver entrar el sol por las rendijas de la ventana de su dormitorio, decíamos, el cocinero mayor saltó del lecho, se vistió apresuradamente, y afligido por su lastimada conciencia, su primer impulso fué ir á arrojarse de rodillas delante de Dios, en un templo; en el camino le había sorprendido, pues, de una manera terriblemente providencial, la noticia de la muerte de su víctima.
Volvióse de una manera nerviosa Montiño, y vió detrás al tío Manolillo que le presentaba una escudilla de madera. Estremecióse el triste del cocinero. El bufón le miraba de una manera terriblemente fija y con una expresión que era un misterio para el cocinero mayor. ¿Qué queréis? dijo Montiño con la voz temblorosa de miedo.
Era una tarde de enero, terriblemente fría; Reginaldo estaba ausente en Londres, y yo, que había pasado todo el día cazando, volvía a caballo completamente desfallecido. El encuentro de la partida esa mañana había sido en Kat's Cabin, Huntingdonshire, y después de dos buenas carreras me hallé más allá de Stilton, a dieciocho millas de mi casa.
Entonces el público se volvió al Cigarrero, que ya había cogido los trastos, y le gritó: ¡No lo mates, no lo mates! ¡Que lo mate ese asesino! El Cigarrero encogió los hombros y se dispuso a ir en busca de la res. En aquel instante un torero que llegaba corriendo le dijo algo al oído, y el espada se puso terriblemente pálido. El público comprendió que había malas noticias del Serranito.
Desde aquel día la vieja mansión había permanecido absolutamente como era, sin sufrir la menor alteración, con su hilera de obscuros y envejecidos retratos de familia en el gran hall, su amueblado estilo rey Jacobo y sus antiguos yelmos y lanzas que habían sufrido los golpes y choques de la batalla de Naseby. La noche era terriblemente fría.
Era terriblemente histérica, pero con rara manifestación desbordante; los nervios desordenados repiqueteaban hacia adentro, y de aquí la súbita tenacidad en un disparate, el brusco abandono de una convicción; y en los prodromos de las crisis, la obstinación creciente, convulsiva, edificándose a grandes bloques de absurdos. Abusaba de la morfina, por angustiosa necesidad y por elegancia.
Yo no conté en el convento mis aventuras fantásticas; dije que era un «tourista» curioso que recorría, tomando apuntes, el mundo entero. Y esperando que mi oreja cicatrizase me abandonaba en una dulce laxitud de alma, a aquella paz del monasterio. Mas estaba decidido a dejar bien pronto la China; ese Imperio bárbaro que ahora odiaba terriblemente.
¿Y de don Rodrigo Calderón?... Lo fué; ahora creo que lo sea de otro. ¿Y quién es esa mujer? Una huérfana. Esa mujer se ha atrevido á sospechar de su majestad. Ha tenido celos, como vos podéis tenerlos. Resulta, pues dijo doña Clara terriblemente contrariada , que os he llamado en balde. Creo que no. Os veo tan decidido por esa mujer... Yo os veo más por un hombre.
¡Silencio, Ester, silencio! dijo el ministro con trémula solemnidad. La ley que quebrantamos, la culpa tan terriblemente revelada, sean tus solos pensamientos. ¡Yo temo!... ¡temo!... Quizás desde que olvidamos á nuestro Dios, desde que violamos el mutuo respeto que debíamos á nuestras almas, fué ya vano esperar el poder asociarnos después de esta vida en una unión pura y sempiterna. Dios sólo lo sabe y
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