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Actualizado: 27 de junio de 2025


Dos noches antes, un perro barcino había aullado feo en el monte. Había muchos, según él. Mi mujer y yo no dimos mayor importancia al asunto, pero no así mamá, que comenzó a hallar terriblemente desamparada nuestra casa a medio hacer. A cada momento salía al corredor para mirar el camino. Sin embargo, cuando nuestro chico volvió esa mañana del pueblo, confirmó aquello.

Tristán se había ido después de almorzar al café según costumbre. Clara en el comedor jugaba con su niño y éste con el perro. El niño había envejecido terriblemente desde la última vez que tuvimos el gusto de verle, que fue, si la memoria no nos es infiel, en el día feliz de su nacimiento. Podría tener ya unos diez y seis meses, mal contados. El perro era mucho más provecto.

El catalán bajó los ojos, sacudió levemente la cabeza y se dispuso a encender un cigarro. , señor; yo, aquí donde usted me ve, he padecido terriblemente de sabañones. Dijo esto con la misma entonación satisfecha y semblante risueño que si contase que había llegado al polo Norte. Pero no tuve más que ponerme unos polvitos que yo tengo, de mi exclusiva invención... y como con la mano.

¡Hola! ¿estás aquí? No me han dicho nada dijo en un tono entre cariñoso y displicente. Claro que no le habían dicho nada, ni había para qué. García, en opinión de los criados de la casa, no representaba nada porque traía el chaquet raído, los pantalones deshilachados, el sombrero con grasa y las barbas terriblemente aborrascadas.

La brigadiera, terriblemente asustada, pálida como una muerta, se arrodilló cerca de su hija, la incorporó, y empezó a besarla frenéticamente, mientras Miguel iba corriendo a su cuarto en busca del frasco del árnica. Pusiéronla inmediatamente una compresa, sujetándola con una venda, y gracias a esto la herida quedó pronto cerrada. Julia no tardó en serenarse: su madre también se calmó poco a poco.

Después que la tomé, sin embargo, tuve que luchar terriblemente para evitar que me arrastrara hacia la curva, donde yo sabía que el río, unido a otro su afluente, se ensanchaba, y donde las probabilidades de efectuar el salvamento hubieran sido muy débiles.

Varios de los personajes creian, al oirla hablar con cordura algunas veces, si la querida de su esposo habria usado de algunos maleficios para hacerla padecer tan terriblemente. ¡Qué credulidad la de aquella época!

Sirva de ejemplo Antonio Vico: yo creo que la mitad de su poder trágico residió en el bosque hirsuto, terriblemente amenazador y elocuente, de sus cejas irritables.

Sin embargo, los enemigos que el excusador tenía, mejor diremos, los envidiosos, se encresparon terriblemente. No quisieron asentir a la versión de la doncella. Opinaban que era una patraña forjada por ella para salvarle; y si no lo creían, por lo menos así lo manifestaban bajando la voz y sonriendo maliciosamente.

Bien tristemente doy principio a este nuevo libro; mi corazón está destilando sangre por el cruel estado de mi pobre Susana; parecíame que había una pequeña tregua de algunos días, creía que la enfermedad se había detenido en sus progresos; pero ayer, mi desolación llegó a su colmo, al fijarme en la debilidad, en la flaqueza y descomposición de aquella figura, ahora terriblemente transformada hasta el horror... ¡Hija de mi alma! ¡a pesar de todo, se la ve tan dulce, tan tranquila y esperanzada!

Palabra del Dia

rigoleto

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