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Tenía verdaderamente una fisonomía atrayente y aun estando pálido, con los ojos cerrados y la frente cubierta con una compresa, resultaba sumamente agradable. Herminia, que iba y venía por la habitación, encontró sobre una silla, en desorden, la ropa del desconocido. Creyó que debía arreglarla y estaba haciéndolo cuando cayó una carta de uno de los bolsillos.

Hízolo con el tino y delicadeza que acostumbraba; pero al apoyar en su rodilla la planta de su marido para mejor poder colocar la compresa y ceñir las tiras de goma elástica a la articulación, no sonreía como las demás veces.

En todas las lesiones esternas se puede usar una preparacion de plata en forma de tópico, ya bajo la forma de pomada, compuesta con un gramo de una de las trituraciones y cinco de enjundia ú otro cuerpo graso, ya en mistura con un gramo de la tercera trituracion para empapar constantemente una compresa. § I. Efectos fisiológicos.

La brigadiera, terriblemente asustada, pálida como una muerta, se arrodilló cerca de su hija, la incorporó, y empezó a besarla frenéticamente, mientras Miguel iba corriendo a su cuarto en busca del frasco del árnica. Pusiéronla inmediatamente una compresa, sujetándola con una venda, y gracias a esto la herida quedó pronto cerrada. Julia no tardó en serenarse: su madre también se calmó poco a poco.

Levantó melancólicamente la cabeza el señorito L'Ambert, y contestole con acento dolorido: Doctor, ¿perderé la nariz? No, señor, no la perderéis. ¡Válgame Dios, caballero! ¿cómo podríais perderla de nuevo, si la habéis perdido ya? Y mientras se expresaba de esta suerte, vertía el agua de Brocchieri sobre una compresa. ¡Cielos! exclamó de repente, tengo una idea, caballero.

Así el alma, así las heridas que en ella hay, aunque duelan, aunque aflijan, no se comprenden, no se perciben por completo, cuando quedan confusas en el fondo del alma misma, y no se expresan y declaran en el lenguaje humano. Quiero, pues, estudiarme con valor, romper o desatar la venda o compresa que las cubre, y catar yo mismo mis heridas. »Obra de Dios es la hermosura.

Me daba vergüenza mi debilidad, pero verdaderamente dudaba de mi valor... ¡Yo no! Pero sufrir por nada, por gusto, no me parece necesario. Está dicho, se ha torcido usted un pie... ¡Bah! bastará una simple rozadura. Bien; así no tendrá usted necesidad de médico; nada más que una compresa y un bastón... Permítame usted que le ofrezca el mío; no es elegante, pero es sólido, como su dueño.