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El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el Otello de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.

Pero si el bueno puede caer en la tentación del mal, su misma bondad de ella le obliga a apartarse avergonzado; que si bien la fuerza del amor puede enloquecer a las mujeres, y en efecto, con suma frecuencia las enloquece, nunca el crimen cometido deja de volver sobre la conciencia, y morderla y despedazarla, haciendo imposible toda felicidad y contento, que si Cervantes pensaba que en algunas horas no podía Margarita haberse empeñado por él en un amor tal, que por él la vida se le hiciese odiosa, pensaba también que no hacía mucho más tiempo que sus amores con doña Guiomar duraban, y atendiendo a la realidad, ningún empeño de honra con doña Guiomar tenía, en tanto que en la mayor deuda de honra en que un hombre puede hallarse con una mujer, lo estaba por Margarita.

¿De qué se admira V. tan desaforadamente? dijo el Comendador, pensando que el padre extrañaba que tan virtuosa y austera matrona hubiese nunca sucumbido á una mala tentación. ¿De qué me admiro?... Muchacho... ¿De qué me admiro?... Pues ¿te parece poco? Bien dicen... Vivir para ver... El demonio es el mismo demonio.

Lo mejor es callarme; combatir en silencio, si la tentación llega a asaltarme de veras; y tratar de abandonar cuanto antes este pueblo y de volverme con Vd. 19 de Mayo. Gracias a Dios y a Vd. por las nuevas cartas y nuevos consejos que me envía. Hoy los necesito más que nunca.

El la llamó varias veces: ¡Aixa! ¡Aixa! ¡Aixa! palpándola los brazos, las mejillas, la garganta, los pechos; pero ella enmudecía, cadavérica y glacial sobre el mármol. Quiso calentarla la boca con la suya; y, presa él mismo de perversa tentación, la cubrió de apasionadas caricias. Nunca la halló más extraña y más dulce.

Nunca, nunca accedería ella a satisfacer las ansias que aquellas miradas le revelaban con muda elocuencia; sería virtuosa siempre, consumaría el sacrificio, su don Víctor y nada más, es decir, nada; pero la nada era su dote de amor. ¡Mas renunciar a la tentación misma! Esto era demasiado. La tentación era suya, su único placer. ¡Bastante hacía con no dejarse vencer, pero quería dejarse tentar!

He sido como el poeta que, por más esfuerzos que hace, no sabe resistir a la tentación de recitar sus versos a quien juzga persona de gusto exquisito, capaz de estimar y de tasar el valor de ellos y los quilates de perfección y de belleza que contienen.

En tanto don Álvaro le estaba refiriendo a Ana la misma historia que ella había oído ya a Visita, aunque en forma muy distinta. No había podido la Regenta resistir a la tentación de preguntarle si se había divertido mucho aquel verano.... Mesía vio el cielo abierto en aquella pregunta.

Hoy no pude resistir la tentación: tomé el impermeable y me fuí hacia allá. Después de pasar el puente salté á los prados para atravesar el camino. Si me hubieran visto caminar con aquel temporal no lo que hubieran pensado. Mi objeto único y exclusivo era verla, aunque fuese de lejos. Me aposté detrás de un árbol y estuve esperando no cuánto tiempo. El agua me bañaba el rostro y el cuello.

A regañadientes aguantó Rafaela este capricho de su esposo, pero no pudo resistir a la tentación de reírse un poco de él. Y para ello aseguraba que, según el antiquísimo romance, que escribió Güesto Ansures, las doncellas que iban cautivas eran seis, y cinco nada más las hojas de higuera del escudo.