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Actualizado: 24 de julio de 2025


Muere el calumniado, pero la calumnia sobrevive, como para perseguir a la víctima hasta más allá de la tumba. La calumnia es la fetidez de las almas corrompidas. El corazón del calumniador es un esterquilinio. Corrí a mi casa, me encerré en mi cuarto, y me tendí en la cama. Mis sienes ardían; el corazón se me hacía pedazos.

A la sazón salía Ricardo; vióle Teresa, y la pobre niña se encendió como una amapola, bajó los ojos, y se adelantó. Cuando yo le tendí la mano estaba trémula y sofocada por la exitación. Mi «amigo» la miraba desdeñoso y altivo. No bien nos alejamos de la botica, se soltó Luisa: ¡Conque se casa usted!

Cuando me apretaba con una presión prolongada la mano que le tendí, vi deslizarse dos lágrimas sobre sus mejillas. ¿Habría recibido las confidencias de su hija? La señorita de Porhoet me ha hecho saber que el anciano señor Laroque se halla en cama desde ayer. Ha tenido un ligero ataque de parálisis. Hoy ha perdido el habla y su estado da serias inquietudes. Se ha resuelto apresurar el matrimonio.

Sentéme, pues, y adormí los ojos para disfrutar voluptuosidad tan suave, cuando sentí entre las hojas algo que pasaba y bullía: tendí la vista curioso en derredor, y vi, pasmado, una de las palomas del ajimez misterioso que blandamente me rondaba casi hasta besarme con su pluma, sin azorarse por mi presencia.

Sus gritos horrorosos ya no sirvieron sino para sacarme de aquel enajenamiento mortal... abrí los ojos, los tendí a todas partes... la hoguera consumía una víctima, y el hijo del Conde estaba allí. MANRIQUE. ¡Desgraciada! AZUCENA. Había quemado a mi hijo. MANRIQUE. ¡Vuestro hijo! ¿Pues quién soy yo, quién?... Todo lo veo.

A las nueve y media quedé varado sobre un bajo, de los infinitos que hay en estos parajes: por lo que tendí una espia, y con ella á las tres de la tarde salió la embarcacion, á cuya hora me hice á la vela, y goberné al SSE hasta la noche, que hallando 10 brazas de agua, fondo.

Desalentado, en un momento de cansancio y de debilidad, me tendí al sol y quedé dormitando. Me despertó una voz y el ruido de los remos. Una trainera llegaba en mi auxilio. En ella venía Agapito, el novio de Genoveva, y otros marineros. Al verme tendido se asustaron, creyéndome muerto. Unos chicos de un bote contaron espantados en Lúzaro que habían visto fuego en Frayburu.

Frío con el pavor tendí los brazos a donde estabas ... ya no estabas, y sólo hallé a mi lado un esqueleto, y al tocarle osado, en polvo se deshizo, que violento llevose al punto retronando el viento. Yo desperté azorado; mi cabeza hecha estaba un volcán, turbios mis ojos; mas logro verte al fin, tierna, apacible, y tu sonrisa calma mis enojos. LEONOR. ¿Y un sueño solamente te atemoriza así?

Bajó la última y aun tenía su mano en la mía cuando ya el señor D'Orsel y Julia subían la escalera del hotel. Dio un paso para seguirlos y dejó caer el ramillete. Fingí no advertirlo. Mi ramo, ¿hace usted el favor? Se lo tendí sin decir ni una palabra: hubiera sollozado. Lo tomó, lo llevó rápidamente a sus labios, lo mordió con furor como si quisiera despedazarlo.

Era necesario partir; saludé a todos y tendí la mano a Valentina con efusión, pero ella dejó caer la suya con indiferencia entre las mías, mientras que con la otra desprendía de su cintura el ramo de jazmines ya marchito dejándolo caer sobre el piano.

Palabra del Dia

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