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Actualizado: 30 de junio de 2025


Al despertar, bien entrada la mañana, corrió á los jardines de la gruta... ¡Las horas de espera temblorosa é inútil, creyendo reconocer á Margarita en toda dama blanca que avanzaba guiando á un herido! Por la tarde, después de un almuerzo cuyos platos desfilaron intactos, volvió al jardín en busca de ella. Al reconocerla dando el brazo al oficial ciego, experimentó una sensación de desaliento.

Respecto a su tía... y pronunció esta palabra en tono despreciativo, estará, en adelante, a las órdenes de usted, porque usted es aquí el ama, y todos la han de obedecer... empezando por . Luego se acercó a ella, le tomó una mano, que llevó a sus labios, y viendo que aun estaba temblorosa, dijo: ¿Le da miedo, acaso, mi presencia?

La celebridad de su hijo, la admiración que causó en París la extraordinaria belleza de Susana, su hija idolatrada: las presentes alegrías, las halagüeñas esperanzas del porvenir y sobre todo la esperanza de que su hijo podía más adelante enlazarse con la joven inglesa, de tal manera excitaron la mano temblorosa de la madre, que durante tres meses, se observa en las páginas del diario un embriagador entusiasmo.

Uniéronse las manos de los jóvenes, y ambos se estremecieron, mirándose conmovidos y con la turbación de su ánimo reflejada en el semblante. Dale un beso, Amaury dijo el doctor, acercando a los labios del joven la frente de Antoñita. ¡Adiós, Antoñita! ¡Adiós, Amaury! ¡Hasta la vista! Despidiéronse con temblorosa voz, ahogada por la emoción.

Se nombró madrina del oficiante a D.ª Eloisa, por indicación de aquél. Ninguna tenía mejor derecho para ello; pero todas se creían con tanto, y esto volvió a originar secretos resentimientos y algunas palabrillas desagradables. El preste volviose hacia el pueblo y cantó con voz débil y temblorosa: Dominus vobiscum.

Mira, condecito, ahora debes ir a sentarte a su lado. Ya verás cómo no se levanta entonces dijo Manuel Antonio. , , debe usted ir, Luis apoyó María Josefa. Vamos a ver una cosa curiosa, a decidir si está o no enamorada de usted. ¿Verdad, Amalia, que debe ir? , me parece que debe usted sentarse a su lado dijo la dama. Su voz salió apagada y temblorosa.

Godofredo los tomó con mano temblorosa y permaneció mudo frente a su bienhechora sin acertar a emitir una palabra de gracias, embargado enteramente por la emoción. Al fin, con voz alterada, pudo exclamar: ¡Oh, señora, cuántos beneficios la debo! ¡Si yo pudiera expresar lo que pasa por mi corazón en este momento!

Tomó con mano temblorosa la taza que le presentaban, y después de vacilar un instante, se decidió a llevarla a los labios. Fuese aprensión o que en realidad el te estuviese mal hecho, lo cierto es que percibió un extraño y desagradable sabor. Dejó caer la taza al suelo, y sujetando a su esposa por la muñeca con fuerza le preguntó furiosamente: ¿Qué has echado en este te?

A través del agujero que le servía de puerta, y por entre la nube de humo que vomitaba, veía, desde donde estaba sentado, un hacinamiento de cabezas, alumbradas por la llama temblorosa del fogón.

Usted, tío, sabe lo que ocurre tan bien como yo; es un sentimiento que se revela en sus miradas ardientes, en su voz temblorosa, en sus movimientos bruscos. Ya ve usted que debo partir; lo comprende usted muy bien y si no fuera tan bueno, ya me lo habría indicado usted mismo. »Por toda respuesta, imprimí un beso en su frente.

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