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Actualizado: 30 de junio de 2025


», accediendo a mis súplicas contestó Teobaldo, hizo esta declaración para que usted se conservase casta y pura en la estimación pública; y yo separé de su frente el escándalo y el oprobio... ¿sabe usted con qué condición? ¿Sabe si prometí, en su nombre, que la mano de usted jamás se uniría a la de su cómplice? »¿Exigió usted eso? pregunté, con voz temblorosa.

Temblorosa, azorada, fué a buscar una botella de vino. Aunque un poco menos indignado, tampoco quiso recibirla; repitió con mayor énfasis, pero no más claridad, la orden que había dado. Al cabo, a fuerza de aguzar el oído, la sirvienta vino a entender que su amo pedía un ponche de ron.

En el mismo instante el ciego se sintió apretado fuertemente por unos brazos vigorosos que casi le asfixiaron y escuchó en su oído una voz temblorosa que exclamó: ¡Dios mío, qué horror y qué felicidad! Soy un criminal, soy tu hermano Santiago. Y los dos hermanos quedaron abrazados y sollozando algunos minutos en medio de la calle. La nieve caía sobre ellos dulcemente.

Por un instante venció en él la indignación a la apatía; tomó el egoísmo acento de ira; subiósele el rencor a los labios; inyectáronsele de sangre los ojos y, con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia la sotana, exclamó: ¡Maldita seas!

Poco después de media noche salió del cuarto. Por mucho tiempo todavía lo pasearse afuera en el corredor, y el ruido sordo de sus pasos me recordó otra noche en que, no menos temblorosa, había oído ese mismo ruido, dividida entre el temor y la esperanza.

Pepa la agasajó y la consoló cuanto pudo. Se comprendía que las lágrimas de la desdichada madre le hacían daño. Se había puesto pálida y temblorosa. Cuando al fin salieron de la choza les acompañó un rato. Felicia quería proseguir sus investigaciones, mas Nolo se opuso resueltamente á ello: sobre ser inútil, el estado de fatiga en que se hallaba no lo permitía.

Dibujándose al cabo una sonrisa en sus labios de coral, preguntó tímidamente: ¿El capitán? Flora bajó la cabeza sin responder y se puso á restregar con furia la prenda que tenía entre las manos. Ambas permanecieron silenciosas. Al fin Flora, sin levantar su rostro y con voz un poco temblorosa, dió cuenta á su amiga de los motivos que tenía para sospechar que era hija de D. Félix.

Miro otra vez a Villa y le veo contestando al saludo con profunda reverencia y azucarada expresión, colorado hasta las orejas. Es ella me dijo con voz temblorosa. Bonita respondí yo por halagarle y porque así era. ¡Divina! replicó poniendo los ojos en blanco. ¡Y si viera usted qué talento! Mire usted, el otro día tuvo una ocurrencia felicísima...

¿Pues qué le ha pasado? continuó Clara, que se había puesto pálida y temblorosa. Que está preso en la cárcel, y bien merecido. ¿Pues qué ha hecho? Alborotar por esas calles y hablar en los clubs una serie de cosas tan pérfidas ó infernales, que horroriza el recordarlas. Anoche nos contó don Elías todo lo que ese desalmado joven ha hecho, y pasé un mal rato.

El guapo abrió los ojos sorprendido. ¿Á quién? ¿Á quién ha de ser, desaborío? Á ella, á la mujer por quien penas. Obedeció, dando con los nudillos sobre la baraja y diciendo al mismo tiempo con voz apagada y temblorosa: «¡SoledadEstá bien dijo la maga tomando la baraja y formando con ella varios montoncitos. Contó de derecha á izquierda, y del quinto montón sacó una carta que dejó separada.

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