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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Á ratos se acerca á la falda de los montes y en apacible remanso medio oculto entre alisos y mimbreras les cuenta sus secretos; á ratos se adelanta al medio de la vega y marcha soberbio y silencioso reflejando los plantíos de maíz. Mirad, mirad cómo ahuma el techo de mi casa exclamó Bartolo señalando al fondo. Sin duda la tía Jeroma te prepara la borona.

Luego soltó una carcajada. Un hilito de agua que caía del techo se le había introducido por el cuello. Hizo reir el suceso, pero sin espontaneidad. En el fondo, todos experimentaban un vago temor, cierta ansiedad que trataban de ocultarse. La jaula trajo de la superficie otro montón de gente. La tercera vez llegó casi vacía.

La Naturaleza así hostigada es terriblemente inventora; por lo tanto, no debe sorprendernos si aquellos pobres encarcelados, ahogándose bajo el techo de su casita han hallado mil aparejos, mil géneros de válvulas que les alivian un tanto.

Subieron los peldaños de madera y entraron en el comedor, cuyos muebles elegantes resultaban demasiado pesados y vistosos. Pirovani los enseñó con vanidad, golpeándolos para ensalzar los méritos del roble y elevando los ojos al techo mientras aludía á sus precios.

Las pocas horas que permanecía fuera de la cama pasábalas, bien sentado en una butaca, ya paseando por los corredores en silencio. Al cabo dejó de levantarse. Todo esto lo recordaba Luis perfectamente. Entraba en su cuarto, le veía tendido mirando al techo con extraña y terrible tristeza pintada en el rostro.

Y Nené, entusiasmada, arranca al libro las dos hojas. ¿Quién llama a Nené, quién la llama? Su papá, su papá, que está mirándola desde la puerta. Nené no ve. Nené no oye. Le parece que su papá crece, que crece mucho, que llega hasta el techo, que es más grande que el gigante del monte, que su papá es un monte que se le viene encima.

Cuando sopla el viento sobre esas ramas, caen con ruido metálico trozos de nieve helada. Un movimiento vibratorio general agita el bosque oculto y el brillante techo que lo cubre. A veces hay una rotura, despréndese un alud en lo interior y aparece un precipicio, que continuará abierto hasta que lo oculte otra borrasca con un puente de hielo.

Sin hacer el menor caso de aquellas voces, el músico seguía pulsando las cuerdas, fija la mirada en el ahumado techo, como tratando de recordar la letra de su canto. Luégo entonó con ronca voz una de las canciones más obscenas de la época, con visible aprobación de la mayoría de sus oyentes.

... ahora miran al techo... Bien sabe que estamos aquí. Y a D. Francisco también le veo, allí... junto al mayordomo de semana. A su lado mi mamá... ¡Qué hermosa está la marquesa con su falda de color malva y su manto!... ¡Ah!, doña Tula, doña Tula... si mirara para arriba, si nos viera... Aquí estamos...

Esto debe acabar prosiguió Jaime, sin hacer caso de la alegría de la sirviente . Esto acabará hoy mismo; estoy decidido... Sábelo, madó, antes de que la noticia corra: me caso. La criada juntó las manos devotamente para expresar su asombro y elevó la mirada al techo. ¡Santísimo Cristo de la Sangre! Ya era hora... Antes debía haberlo hecho, y otro sería el estado de la casa.

Palabra del Dia

ancona

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