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Actualizado: 22 de junio de 2025


El correo de Marienfeld llegaba en ese momento; subí a él y por lo menos me encontré a cubierto. De ese modo llegué a la ciudad, donde he permanecido hasta hoy. Löb Lévi me ha dado cien táleres, y con eso me he comprado ropa; no quería presentarme harapiento delante de Gertrudis. ¡Desgraciado!... ¿quieres?... ¡Nada de sermones! protesta el joven en tono huraño. Todo está ya convenido.

Entré, y por un rato halleme desorientado en la profunda oscuridad del zaguán; pero a tientas y cuidadosamente pude llegar al patio, donde la claridad del cielo que por la cubierta de vidrios entraba, me permitió marchar con pie más seguro. Abriendo la segunda puerta que daba paso a la escalera, subí muy despacio asido al barandal.

Seguimos avanzando y salimos debajo de una chimenea inclinada que formaban dos lajas de pizarra. Quedaban restos de tramos de una escalera. Recalde, más ágil que yo, trepó hasta arriba, y yo subí después de él, ayudándome de la cuerda. Estábamos entre las rocas del Izarra; nos faltaban unos metros para llegar hasta el camino del acantilado.

Pues yo decía Perico a Pilar subí al cuarto de Artegui, porque la verdad, la verdad, me dio curiosidad cuando me dijeron que tenía una chica muy guapa, muy guapa, consigo. Claro que era para dar curiosidad a la mismísima estatua de Mendizábal, hombre.... Ese Artegui, a quien nunca se le conoció un mal trapicheo.... No, si es un raro, un raro. Riquísimo, y hace vida de fraile.

No hace mucho dijo, subí por la colina, y maldito sea mi pellejo, si no hablaba con una urraca que se ha posado sobre sus pies. Charlando como dos querubines, daba gozo verles allí tan graciosos y desenvueltos.

Amanecía una mañana imponente, con un temporal deshecho. El viento mugía en las calles. Las mujeres y chicos de los pescadores que habían salido al mar estaban en el Rompeolas y en el muelle contemplando el horizonte en actitud de trágica desesperación. Recorrí el muelle luchando con las ráfagas de aire y subí al cobertizo del atalayero en el Rompeolas.

Ve a ver lo que hace dijo papá; sin duda te ha de necesitar. Salí de un brinco y a saltos subí la escalera que conducía a su habitación. Esta estaba cerrada. ¡Marta, abre! Soy yo. Nadie se movió. Rogué, supliqué, prometí repararlo todo, le prodigué mil nombres cariñosos: todo fue inútil.

Por fin llegué a bordo, guiado por una luz eléctrica, colocada sobre el puente... Así que subí, el oficial de guardia me llamó y me mostró el cuadro más original que es posible concebir. Al pie del buque y sobre la ribera, hormigueaba una muchedumbre confusa y negra, iluminada por las ondas del fanal eléctrico.

: dar hoy de sobra es adquirir la seguridad de que no pida en lo sucesivo... Aunque bien mirado..., no es de las que piden. Hago cuenta que me asaltó la tentación de ir al Casino.... subí a la sala del crimen..., bacarrat, treinta y cuarenta, cualquier cosa, unos cuantos pases con mala sombra..., y veinte o treinta mil reales fuera del bolsillo. ¿Mil quinientos duros? ¡Mucho es!

Subí por la cuesta de Tiquipaya y llegué á unas altas planicies de donde me encaminé, por un llano que ocupaba la cumbre de la cordillera oriental, hácia el punto culminante, que traspusé fácilmente, y comencé á bajar dirigiéndome al lugarejo de Tutulima. Yo habia pues pasado sin obstáculos la cordillera, y ya una de las dificultades de mi empresa quedaba allanada.

Palabra del Dia

rigoleto

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