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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Suba me ordenó con aspereza, lo mismo que si mandase á su horda-división. Y subí para verme solo en el fondo del automóvil, pues él continuó al lado de su chófer. Aún siento orgullo y angustia al recordar cómo fuí presintiendo confusamente lo que iba á ocurrir. Me arrepentí de inspirar tanto interés á Castillejo. Este bárbaro iba á hacer algo terrible y quería que yo lo presenciase.
Pues bien, una mañana, muy bella por cierto, subí los escalones de granito de que he hablado, llevando en el bolsillo mi nombramiento de Inspector de Aduana, firmado por el Presidente de los Estados Unidos, y fuí presentado al cuerpo de caballeros que tenían que ayudarme á sobrellevar la grave responsabilidad que sobre mis hombros arrojaba mi empleo.
Repentinamente, no sé qué impulso hizo fijar mi vista en una pequeña placa de metal sobre la puerta de una sucia habitación. Leí el letrero: "Dr. Idiáquez, homeópata", y casi sin pensar en lo que hacía, penetré en la casa y subí la destartalada escalera. El Dr. Idiáquez era un hombre vulgar y demacrado, y su consultorio una guardilla sucia y miserable.
Sin embargo, ya no era tiempo de reflexiones: subí ligeramente las gradas y me hallé de pronto con una escena que, en cualquiera otra circunstancia, hubiera juzgado bastante agradable.
Nunca lo dijera, porque me dio dos libras de porrazos, dándome sobre los hombros con las pesas que tenía. Con esta ayuda de costa, medio derrengado, subí arriba; y en buscar por dónde asir la sotana y el manteo para quitármelos, se pasó mucho rato. Al fin, le quité y me eché en la cama y colguélo en una azutea.
Subí, pues, por donde me señalaban, con cierta curiosidad, y al llegar a la sala de arriba vi, en efecto, hasta veinte o treinta personas reunidas en torno a una mesa de juego.
Sin embargo, yo no apercibía en la casa ninguna animación extraordinaria, ningún signo de desorden ó de alarma. Subí la escalera precipitadamente y atravesaba el retrete que comunicaba con el cuarto de mi madre, cuando la puerta se abrió lentamente: mi padre apareció en ella. Me detuve delante de él; estaba muy pálido y sus labios temblaban. Máximo me dijo sin mirarme, tu madre te llama.
»Afortunadamente la reacción fue tan rápida, como el golpe. Con semblante tranquilo y disimulando mi tristeza, subí la escalinata y penetré al salón. »Al verme, se levantaron los dos. Besé a mi hija en la frente, y estreché la mano a Amaury. » ¡Hijos míos! Soy portador de una nueva bastante desagradable les dije.
10 Entonces Pablo, haciéndole el gobernador señal que hablase, respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres gobernador de esta nación, con buen ánimo satisfaré por mí. 11 Porque tú puedes entender que no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; 12 y ni me hallaron en el Templo disputando con ninguno, ni haciendo concurso de multitud, ni en sinagogas, ni en la ciudad;
Su paso por allí es ya imposible; yo habia tomado billete desde Turin á Ginebra: llegado á Suse subí á la diligencia, tirada por catorce vigorosas mulas, y despues de subir constantemente nueve horas, llegamos á la cima del altísimo monte, coronado de nieve resplandeciente.
Palabra del Dia
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