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Actualizado: 23 de junio de 2025
Según me dijo, el mismo día 3 de mayo se presentó allí un hombre de antiparras verdes, el cual conducía dentro de una litera a cierta joven llorosa y al parecer enferma. No encontrando a la señora, preguntó por su hermano, con el cual hubo de conferenciar más de dos horas. Despidióse al cabo, dejando a la madamita en la casa. El hermano de la Sra.
Como borra la esponja del escolar el problema escrito con tiza en la pizarra, para entregarse al juego, así se borró todo en mí para no ver más que lo siguiente: «Sr. D. Luis de Santorcaz: Voy a decirle lo ocurrido. Todo está resuelto, y por ahora le dan a usted con la puerta en los hocicos. La Sra. Marquesa de Leiva, al recoger a la señorita Inés, pensó en el modo de legitimarla.
D. Diego dijo Santorcaz . Puesto que la Sra. Condesa le escogió a usted esa esposa, sin duda es un gran partido, y usted debe insistir en casarse con ella. ¿Si? Pues vaya usted a sacarla del convento añadió Rumblar . Vamos, que, según me dijeron, no hay quien le hable de otro esposo que Jesucristo.
Pero lo que sobre todo hacía agradable aquella casa, era la misma Sra. de Figueredo, que unía a su elegancia, discreción y hermosura, el carácter más franco y regocijado. Del sitio en que ella se presentaba, salía huyendo la tristeza. En torno suyo y en su presencia, no había más que conversaciones apacibles o jocosas, risas y burlas inocentes, sin mordacidad ni grave perjuicio del prójimo.
No bien la Sra. de Pinto presentó o mejor diremos representó al Vizconde a la Sra. de Figueredo, ésta le recibió con efusión vivísima y con la alegría franca y cordial de quien vuelve a ver, después de cerca de veinte años de ausencia, a un bueno y cariñoso amigo.
Afortunadamente en nuestra patria se ha despertado el deseo de conservar las obras de las generaciones pasadas, y este deseo no será estéril en Zaragoza para el Castillo de la ALJAFERIA, despues que un General apreciando sus bellezas y recuerdos llevó á la Reina Ntra. Sra. á su recinto.
Dimmesdale, entonces tiene un medio de arreglar las cosas de manera que la marca se ostente á la luz del día y sea visible á los ojos de todo el mundo. ¿Qué es lo que el ministro trata de ocultar con la mano siempre sobre el corazón? ¡Ah! ¡Ester Prynne! ¿Qué es lo que oculta, buena Sra. Hibbins? preguntó con vehemencia Perla. ¿Lo has visto? Nada, querida niña, respondió la Sra.
No se asustarán poco las Madres cuando me lo oigan decir. Pero ya Dios no quiere que yo sea monja. No lo serás, no; y cuando yo vuelva de la guerra... ¿Pero vas tú a la guerra? Chiquillo, ¿quién te ha metido a ti en guerras? ¿Pues qué he de hacer? ¿Quieres que toda la vida sea criado? Escucha, Inés, lo que me pasó hace días en casa de la Sra. Condesa.
Rabiando estoy por marcharme repliqué . Vengan acá esos bollos y ese chocolate, que la Sra. Marquesa estará con el alma en un hilo aguardando tan buenas cosas. ¿Y qué le digo a su merced en contestación al recado que tuve el honor de traer? Que está muy bien contestó Inés, apretando su cara contra la reja.
Madre Transverberación dijo Inés con voz más entera , el chocolate y los bollos que han hecho sus mercedes ayer para la señora Condesa, ¿dónde están? ¿Los ha traído su merced? No por cierto. ¡Si tuviera su merced la bondad de ir a buscarlos para que los lleve este mozo...! Bien pudo usted haberlos traído replicó gruñendo la vieja. Si la Sra.
Palabra del Dia
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