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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Alzaba los ojos sorprendida, pero viéndole sonreír, sonreía también y alargaba sus labios de coral para darle un beso. ¿Por qué lloras, Luis? ¿Tienes pupa? Josefina no entendía que hubiese motivo más grave en el mundo para llorar. Amaba a Luis tiernamente, y eso que le chocaba y entristecía la frialdad que con ella usaba ordinariamente.
Desprendióse el niño, al oír esto, de los brazos de Lilí, que, saltando de alegría, le abrazaba, y exclamó con enérgica ira: ¡No!, ¡no!... ¡Papá, no!... ¿Pero por qué? dijo sorprendida Currita, agarrándole por un brazo. Forcejeaba el niño por desasirse, muy colorado y conmovido, y con los hermosos ojos llenos de lágrimas. ¿Pero por qué, por qué? repetía Currita.
Sí, padre. Ea, vete á tus quehaceres, que yo voy á ver á Clarita. Y, en efecto, el P. Jacinto y la criada se fueron por su lado cada uno. Entre tanto, D. Fadrique se hallaba ya en presencia de Doña Blanca, sorprendida, pasmada, enojada de tan imprevisto atrevimiento.
Godfrey se detuvo; no era igualmente fácil revelar lo demás. ¿Pensáis que se ahogó? dijo Nancy, casi sorprendida de que su marido estuviera tan profundamente impresionado por lo que había pasado hace tantos años a un hermano al que no quería, respecto del cual sé había augurado algo peor.
Me levanté, apoyándome en el codo, y sorprendida separé los cabellos que me caían sobre la cara, para ver mejor a mi prima. Desde aquel instante, Blanca se vino a bajo, para mi, de las nubes olímpicas en que la había colocado, y descubrí bajo aquel cuerpo de Juno, una niña que no volvería jamás a intimidarme.
Doña Manuela huyó de este estrépito, que la ponía nerviosa; pero antes de llegar al Principal hubo de detenerse entre sorprendida y medrosa. En el arroyo, la gente se arremolinaba gritando; algunos reían y otros lanzaban exclamaciones indecentes, chasqueando la lengua como si se tratara de una riña de perros.
¡Absolutamente! replicó Pedro sonriendo . Solamente vengo a pedir a usted un favor un tanto enojoso... ¿Podría hablar a usted un momento a solas? La vizcondesa echóle sorprendida y curiosa mirada. ¡Entremos! replicóle después. ¿Puedo cerrar las puertas? preguntó el marqués. ¡Ciertamente! Pierrepont cerró las ventanas sentándose a algunos pasos de la vizcondesa.
Una secreta delicia, una sensación íntima de encanto la envolvían por la idea de que ella, una niña, prodigaba a un muchacho aquellas caricias, sin malicia alguna y con el puro propósito de consolarle. En esto resonó el timbre de la puerta de calle. ¿Quién podrá venir a esta hora? dijo Charito sorprendida. ¡Son las once pasadas!
Caminé aterrado hacia mi casa y no tardé en llegar á ella. Al entrar se me ocurrió una idea feliz. Fuí derecho á mi cuarto, guardé el bastón de hierro en el armario y tomé otro de junco que poseía, y volví á salir. Mi hija acudió á la puerta sorprendida. Inventé una cita con un amigo en el Casino, y, efectivamente, me dirigí á paso largo hacia este sitio.
Había momentos en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando en dulce sonrisa el salado llanto.
Palabra del Dia
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