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¡Si! Que digan que alabas á VIRGILIO, porque él se ha portado bien contigo; que JUNO defiende á HOMERO, pues él es el cantor de las venganzas; que os hacéis mútuas caricias y atentos cumplidos. Pero, , JÚPITER, ¿por qué no intervienes en las disputas y te estás allí, como el ignorante, que oye embobado las trilogías en las fiestas olímpicas?

Ya te lo he dicho mil veces: por el principio vital, que gobierna mis sentidos, no valgo más que un perro; por el alma racional me quedo por bajo de las divinidades olímpicas; mas por la inteligencia especulativa e intuitiva, llego al Uno y dejo muy detrás de a los ángeles, a los demonios, a los genios y a los númenes.

Esopo es más viejo y va no menos andrajoso: forma toda su vestimenta, un sayo pardo raído y polvoriento: lleva una mano metida en el pecho, y en la otra arrimada a la cadera, sostiene un voluminoso pergamino. Lo mismo tienen estos dos de griegos y filósofos, que Marte, Mercurio y Argos, de deidades olímpicas: es decir, nada.

Al referirse al resultado obtenido en el certámen abierto para este aniversario y después de señalar que se habían presentado 14 pliegos, de los cuales fueron rechazados todos menos los que llevaban los números 1 y 12, dice el Jurado: «Leídos ambos trabajos, los que suscriben no han vacilado en la adjudicación del premio, atendida la superioridad de la alegoría marcada con el número 12», y después de hacer un estracto del trabajo el Consejo de los dioses, cuyo lema era Con el recuerdo del pasado entro en el porvenir, se expresa así: «Como se , la idea y el argumento de la obrita son de gran originalidad, á lo que debe añadirse la circunstancia de brillar en toda ella un estilo correcto hasta lo sumo, una admirable riqueza de detalles, delicadeza de pensamientos y figuras y, por fin, un sabor tan helénico que figura el lector encontrarse saboreando algún delicioso pasage de Homero, que con tanta frecuencia nos describe en sus obras las Olímpicas sesiones.

Hasta se susurra pero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad histórica que el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así.

Tiene el juego en Vichy algo de la higiénica elegancia del pueblo todo, cuyos habitantes se complacen en repetir que en su villa nadie se levantó la tapa de los sesos por cuestión del tapete verde, como sucede en Mónaco a cada paso; de suerte que no se presta la sala del Casino a descripciones del género dramático espeluznante; allí el que pierde se mete las manos en los bolsillos, y sale mejor o peor humorado, según es de nervioso o linfático temperamento, pero convencido de la legalidad de su desplume, que le garantizan agentes de la Autoridad y comisionados de la Compañía arrendataria, presentes siempre para evitar fraudes, quimeras y otros lances, propios solamente de garitos de baja estofa, no de aquellas olímpicas regiones en que se talla calzados los guantes.

Y Poseidón distinguía entre todas á la nereida de la espuma, la blanca Anfitrita, que se negaba á aceptar su amor. Conocía al nuevo dios. Las costas estaban pobladas de cíclopes como Polifemo, de monstruos espantables, producto de sus copulaciones con diosas olímpicas y con simples mortales.

Los cocheros y lacayos, desde lo alto de los pescantes, dejan caer miradas olímpicas sobre las carrozas, y murmuran de vez en cuando alguna frase insolente y obscena a propósito de las damas que pasan cerca; o examinan fijamente las libreas de sus compañeros, proponiéndose exigir otras iguales de sus amos. Los caballos, aburridos, se contemplan sin cesar, y guardan silencio como sus señores.

Me levanté, apoyándome en el codo, y sorprendida separé los cabellos que me caían sobre la cara, para ver mejor a mi prima. Desde aquel instante, Blanca se vino a bajo, para mi, de las nubes olímpicas en que la había colocado, y descubrí bajo aquel cuerpo de Juno, una niña que no volvería jamás a intimidarme.