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Actualizado: 25 de mayo de 2025
No me extraña: Yo nunca he sido presentado á usted; no me he atrevido á tanto; sus ojos, sus grandes ojos, que un tiempo fueron alegría de Francia, me hubiesen anonadado... Muy sorprendida, la Camargo repuso: ¿Y bien? No comprendo...
La criatura, sorprendida y asustada por el brusco movimiento, interrumpida en su diversión, rompió en llanto desconsolado y repentino; y su madre, sin hacerle caso, entró corriendo tras el biombo, la echó en la cuna, y medio la arropó, volviendo a salir inmediatamente.
Sin saber cómo, dejose ir la dama al impulso de una espontaneidad violenta que en su espíritu bullía, y contó a su amigo el incidente de la bata, sorprendida por el esposo en un momento en que se alzó la venda... «¡Pobrecito!, no le gusta ver en mí cosas que le parecen de un lujo excesivo... y quizás tenga razón...». De aquí pasó la Pipaón a consideraciones generales.
¿Sabes lo que han hecho ayer noche conmigo tus vecinos? exclama rudamente el mozo. Flora le mira sorprendida. Pues en cuanto salí de tu casa, antes que llegase á Rivota, entre Toribión y otros tres me torgaron. Un relámpago de ira pasó por los ojos de la zagala. ¿No te dije que no te fiases de ellos, Jacinto? ¡Que eran muy burros! ¡muy burros! Adiós.
Sorprendida por mi brusca entrada en el salón donde ella estaba, me echó una mirada interrogadora. Abuela exclamé triunfante, es el cristianismo el que ha hecho las solteronas; así, pues... ¡Qué tonterías dices, hija mía! ¿Cómo quieres que el cristianismo haya hecho las solteronas?... Divinizando la virginidad. Ya ves que tú misma te contradices.
Las devoraba en seguida, se pasaba la mano por los ojos haciendo un gesto de resignación y de fastidio y se las enjugaba como hubiera hecho con una mancha repugnante. Por nada se sonrojaba como si hubiera sido sorprendida en la contemplación de una mala idea.
Las únicas monjas a quienes respeto y admiro con todo mi corazón son las hermanas de la caridad. Maximina le miró sorprendida y no contestó. Todo el día estuvo un poco pensativa. Solían reunirse diariamente a la hora del oscurecer algunos jóvenes delante del estanquillo, aunque no en tanto número como los domingos.
La esposa de D. Martín, sorprendida de la osadía del seductor, le reprocha colérica la infamia de su conducta y su ingratitud para con su esposo; pero D. Sancho está decidido á poseerla á todo trance, aunque sea empleando la violencia. El poeta hace entonces caer el telón. En el acto siguiente vuelve D. Martín de la guerra.
Una preciosa liebre, sorprendida en su ingénita actividad, sentose sobre las patas traseras, rebullendo entre los helechos del borde del camino, mientras desfilaba la comitiva.
»No se mostró sorprendida al verme, ni me miró con dureza. Esto solo me dio un gran consuelo y fuerzas bastantes para atreverme a sentarme a su lado; pero no supe qué decirla. Temblaba yo como una hoja de otoño próxima a caer de la rama sin jugos. »Estando en estas indecisiones, reparó ella en mí traje, y me preguntó con voz algo empañada y muy débil: » ¿Vas a salir? » Sí, hija mía respondí.
Palabra del Dia
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