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El pastor no tenía la costumbre de dejar disipar un sonrojo encantador sin hacer un cumplimiento oportuno. No era nada orgulloso ni aristocrático. Era sencillamente un hombre de grandes ojos sonrientes, de rasgos poco caracterizados y cabellos grises, cuyo mentón estaba sostenido por las numerosas vueltas de una amplia corbata blanca.

No dijo Godfrey, sintiendo que un vivo sonrojo le subía a la cara y sintiéndose molesto ; pero no creo que guste de . ¡Qué no creéis! ¿Por qué no habéis tenido el valor de preguntárselo? ¿Siempre deseáis vos casaros con ella? Esta es la cuestión. No deseo casarme con otra respondió Godfrey, de un modo evasivo.

Después llegaron á una puerta sobre la que se leía: Oficina auxiliar de las subsistencias. Aquí es, dijo el vigilante. En una pequeña pieza amueblada con una mesa y dos bancos, Jacobo de Freneuse estaba copiando en un registro unas notas amontonadas delante de él. Levantó la cabeza y se sonrojó, al ver á su amigo, pero permaneció en su sitio, pluma en mano, esperando la orden del vigilante.

De pronto un vivo sonrojo se esparció por su rostro, e iba a hablar con impetuosidad, cuando una conmoción interior, que disipó aquel sonrojo y le hizo temblar, pareció detenerle de nuevo. En fin, dijo con voz débil, mirando fijamente a William: Ahora me acuerdo, el cuchillo no estaba en mi bolsillo. William respondió: No lo que queréis decir.

¡Cómo! ¿qué es lo que no impide?... ¡Usted es mi amigo, usted es el amigo de mi familia! ¡Vea a las señoras, están locas por usted!... ¡Eh! no tengas reparo, Yolanda... hazle ojitos, hija mía... ¿crees que no te estoy viendo, mocosa? Ella no se sonrojó, no se turbó siquiera. Lo único que hizo fue levantar un poco sus manos juntas en dirección a .

Nada, a no ser un sonrojo hesitante, traicionó la emoción causada por los pensamientos que se agolpaban a su espíritu, cuando aceptó sentarse junto al señor Crackenthorp, porque era instintivamente tan exacta y hábil en todos sus actos y sus lindos labios se cerraban con una firmeza tan tranquila, que le hubiera sido difícil parecer agitada.

El pobre y grande Felipe Trigo no podía trabajar sino en unas cuartillas en un tamaño de octavo menor. Uno de nuestros más terribles revolucionarios, que tiene la suerte de estar casado con una bella dama andaluza, urde sus furibundos artículos... envuelto en un mantón de Manila de su esposa. No digo su nombre para evitarle el sonrojo ante los terribles compañeros del Comité de barrio.

Estos remordimientos, esta compunción y este sonrojo por la culpa tenían, sin embargo, bastante de sabroso y de dulce. ¡Ay, cuán pronto se trocó todo ello en amargura cuando oyó Mutileder lo que en Jerusalén se decía de público en calles y plazas! Para saber lo que se decía conviene tomar las cosas de atrás y entrar en algunas explicaciones.

A lo cual contestó: Como al señor le ha dado por la música.... ¡Así lo cuenta en todo Villaverde! ¡Cuentan en Villaverde tantas cosas! ; me gusta la música... desde que tocar a Luisa. La morena se sonrojó. Teresa se soltó diciendo: ¡Adiós! Pues ¡no cómo, porque ésta toca muy mal! Tocar bien, como una profesora.... Venga usted acá, y me sacó hasta el zaguán venga.

Apoyó el brazo sobre el velador, dejando caer en la mano su adorable cabeza, y después de meditar un momento preguntó a Pedro, cubiertas de rubor las mejillas, si le causaría invencible sonrojo aceptar una no abrumadora ocupación que pudiera añadir a sus medios serios recursos.