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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El fuste de estas columnas huecas estaba adornado con las tres flores de lis de la vieja monarquía francesa, los agarradores de cada cañón eran dos delfines, y todas las piezas ostentaban el lema pretencioso Nec pluribus impar de Luis XIV, con otro más sombrío: Ultima ratio regnum. El príncipe sonrió ante este lema.

No se ha divertido jamás de la vida ni se divertirá. Ahora mismo está pensando en el gasto. Velázquez sonrió y trató de alejarse, pero el viejo le retuvo.

Candiyú sacudió la cabeza, sonriendo al aparato y a su maquinista, alternativamente: ¡Mucha plata! No tengo. ¿Usted qué tiene, entonces? El hombre se sonrió de nuevo, sin responder. ¿Dónde usted vive? prosiguió míster Hall, evidentemente decidido a desprenderse de su gramófono. En el puerto. ¡Ah! yo conozco usted... ¿Usted llama Candiyú? Así es. ¿Y usted pesca vigas?

Al ver a aquellas gentes que hacían sonreír a los mallorquines como si fuesen extranjeros, Jaime sonrió también, mirando con interés sus trajes y figuras. Eran, indudablemente, un padre con su hija y su hijo. El campesino calzaba alpargatas blancas, sobre las que caía la ancha campana de un pantalón de pana azul.

Estaba el joven observador vestido bien a la ligera, porque su levitón había quedado inservible, y debía atormentarle el frío. El español dio algunos pasos para acercársele; pero se detuvo, no sabiendo cómo dirigirle la palabra. De pronto se sonrió, como de una feliz ocurrencia, y yendo en derechura hacia él, le dijo en latín: Debéis tener mucho frío.

Balbuceaba Ojeda sin saber ciertamente lo que decía. Hablaba ahora en castellano, y su súplica incoherente era una especie de música sin palabras, cuya vaguedad producía en él cierta emoción. Di que ... di que quieres... Sería yo tan dichoso... ¡tanto!... Ella sonrió, agradeciendo tal vez que hablase en su idioma, lo que le evitaba la obligación de entenderle y de ruborizarse.

Dios ha sido, hijo mío, Dios ha sido, y un poco también la buena sangre que tienes en las venas.... ¿Tienes escogida ya esposa? El joven sonrió haciendo un signo afirmativo. ¿Quién es? He pensado en Esperancita Calderón. ¿Qué le parece? Perfectamente. Es una niña muy bien educada, muy simpática: además yo la quiero como una hija.

No habrían transcurrido cinco minutos cuando Barbacana, que por detrás de los visillos registraba el teatro del combate, sonrió silenciosamente, o más bien regañó los labios, descubriendo la amarilla dentadura, y apretó con nerviosa violencia la barandilla de la ventana.

Kernok dijo por fin la bruja con una voz débil y entrecortada , tira, tira ese puñal, porque hay sangre en él; sangre de ella y de él. Y la vieja sonrió de una manera espantosa; después, poniendo el dedo sobre su cuello: La has herido ahí... y sin embargo, aun vive. Pero no es eso todo... ¿Y el capitán del barco negrero?

Chisco, cuando notó que yo me había sentado, se detuvo, volvióse hacia , se sonrió a su manera al verme tan bien acomodado, y, por último, retrocedió lentamente. Cuéntame eso le dije en cuanto se detuvo a lado ; pero con todos sus pelos y señales. Para infundirle buenos ánimos le di un trago de los de mi frasquete, que era la mejor golosina para él, y un cigarro de los mayores de mi petaca.

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