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Actualizado: 18 de junio de 2025
Las dos muchachas soltaron sus cabellos, largos y ondeantes como banderas; sacudiéronlos, haciendo caer sobre el mármol las horquillas como una lluvia metálica, y después, cual buenas hermanas, ayudáronse mutuamente en la difícil tarea del peinado de un día de ceremonia.
Quando se acabó la comida, Cacambo y Candido créyeron que pagaban muy bien el gasto, tirando en la mesa dos de aquellas grandes piezas de oro que habian cogido; pero soltarón la carcajada el huésped y la huéspeda, y no pudiéron durante largo rato contener la risa: al fin se serenáron, y el huésped les dixo: Bien vemos, señores, que son vms. extrangeros; y como no estamos acostumbrados á ver ninguno, vms. perdonen si nos hemos echado á reir quando nos han querido pagar con las piedras de nuestros caminos reales.
Lucía dejó pender ambos brazos sobre los del sillón; sus dedos, aflojándose, soltaron la copa, que rodó al suelo, quebrándose con cristalino retintín en el bronce del guardafuego. Riose la niña de la fractura, y, entreabiertos los ojos y clavados en el techo, se sintió anonadada, invadida por un sopor, un recogimiento profundo de todo su ser.
Pasado otro rato, y cuando los brazos soltaron las cinturas y ambas estaban limpiándose los dedos en sus respectivos pañuelos, Aurora volvió a decir: «Pues sí, todos partieron esta tarde y el primo Moreno con ellos. Creo que van a San Juan de Luz». Fortunata volvió la cara para el balcón del gabinete, donde estaba Olimpia.
A poco trecho del Moral se hallaba la boca del puerto, por donde salieron, dejando a la derecha la torre del faro colocada sobre una eminencia. Los marineros soltaron el remo e izaron las velas para aprovechar el viento fresco del N. E. que los empujaba. Eran las once de la mañana.
La casulla y las capas pluviales brillaron al sol despidiendo vivos reflejos. La muchedumbre se acomodó para asistir al oficio divino con grave y prolongado rumor, que fue poco a poco apagándose. Soltaron la voz los clérigos y aficionados de la tribuna. Detrás de los clérigos que celebraban, a guisa de ayudante, vestido también con sobrepelliz, manejando un enorme incensario, vio Andrés a Celesto.
¿Á que no sabes, Plutón dijo poniéndole familiarmente una mano sobre el hombro, por qué bebes tanto aguardiente? El minero, que se había sentado y acababa de vaciar una copa, miró á su compañero Joyana y ambos soltaron una grosera carcajada. Pues por hacerte un favor. Los tertulios rieron también.
Sonó una trompeta, soltaron la cuerda, y arrojáronse al vuelo los cinco; pero aún no habrían dado veinte pasos, cuando, con más de seis se les aventajó el recién venido, y a los treinta, ya los llevaba de ventaja más de quince; finalmente, se los dejó a poco más de la mitad del camino, como si fueran estatuas inmovibles, con admiración de todos los circunstantes, especialmente de Sinforosa, que le seguía con la vista, así corriendo como estando quedo, porque la belleza y agilidad del mozo era bastante para llevar tras sí las voluntades, no sólo de los ojos de cuantos le miraban.
¿Por qué me miráis de ese modo? exclamó volviéndose de pronto. Y al decir esto se puso fuertemente colorada. Doña Paula y Venturita soltaron una carcajada. El pelotón de espectadores corrió por las calles en dirección al muelle.
Soltaron las mustias ubres hasta su última gota de leche insípida, producto de un mísero pasto de hojas de col y desperdicios, y al fin Pepeta emprendió la vuelta á su barraca. La pobre labradora caminaba triste y pensativa bajo la impresión de aquel encuentro. Recordaba, como si hubiera sido el día anterior, la espantosa tragedia que se tragó al tío Barret con toda su familia.
Palabra del Dia
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