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Sin duda vms. no tienen moneda del pais, pero tampoco se necesita para comer aquí, porque todas las posadas establecidas para comodidad del comercio las paga el gobierno. Aquí han, comido vms. mal, porque estan en una pobre aldea; pero en las demas partes los recibirán como se merecen.

Díxoles un sargento que esperasen, porque no les podia hablar el comandante, habiendo mandado el padre provincial que ningún Español descosiese la boca como no fuese en su presencia, ni se detuviese arriba de tres horas en el pais. ¿Y donde está el reverendo padre provincial? dixo Cacambo. En la parada, desde que dixo misa, y no podrán vms. besarle las espuelas hasta de aquí á tres horas.

Habiéndose marchado todos los criados, se quedáron en alto silencio Candido, Martin y los seis forasteros. Rompióle al fin Candido, diciendo: Cierto, señores, que es donosa la burla; ¿porqué son todos vms. reyes? Yo por mi declaro que ni el señor Martin ni yo lo somos.

Cantarada, dixo uno, aquí tenemos un gallardo mozo, que tiene la estatura que piden las ordenanzas. Acercáronse al punto á Candido, y le convidáron á comer con mucha cortesía. Caballeros, les dixo Candido con la mas sincera modestia, mucho favor me hacen vms., pero no tengo para pagar mi parte.

No dexes de representarles, dixo Candido, que es una inhumanidad horrible el cocer la gente en agua hirviendo, y accion de mal cristiano. Señores, dixo alzando la voz Cacambo, vms. piensan que se van á comer á un jesuíta; y fuera muy bien hecho, que no hay cosa mas conforme á justicia que tratar así á sus enemigos.

Ya me guardaré yo, le respondió, de pasarlos á vms. á Buenos-Ayres, porque seria irremisiblemente ahorcado, y vms. ni mas ni ménos; que la hermosa Cunegunda es la dama en privanza de Su Excelencia.

Volviéndose luego á Martin, le dixo: ¿Quién piensa vm. que es mas digno de compasion, el emperador Acmet, el emperador Ivan, el rey Carlos Eduardo, ó yo? No lo , dixo Martin, y menester fuera hallarme dentro del pecho de vms. para saberlo. Ha, dixo Candido, si estuviera aquí Panglós, el lo sabria, y nos lo diria.

Caballero, ¿quantas composiciones dramáticas tienen vms. en Francia? dixo Candido al abate; y este respondió: Cinco o séis mil. Mucho es, dixo Candido; ¿y quantas buenas hay? Quince ó diez y seis, replicó el otro. Mucho es, dixo Martin. Salió Candido muy satisfecho con una cómica que hacia el papel de la reyna Isabel de Inglaterra, en una tragedia muy insulsa que algunas veces se representa.

Lo que es esas recopilaciones de sermones que todos juntos no equivalen á una página de Séneca, y todos esos librotes de teología, ya se presumen vms. que no los abro nunca, ni yo ni nadie. Reparó Martin en unos estantes cargados de libros ingleses. Bien creo, dixo, que un republicano se recrea con la mayor parte de estas obras con tanta libertad escritas.

Quando se acabó la comida, Cacambo y Candido créyeron que pagaban muy bien el gasto, tirando en la mesa dos de aquellas grandes piezas de oro que habian cogido; pero soltarón la carcajada el huésped y la huéspeda, y no pudiéron durante largo rato contener la risa: al fin se serenáron, y el huésped les dixo: Bien vemos, señores, que son vms. extrangeros; y como no estamos acostumbrados á ver ninguno, vms. perdonen si nos hemos echado á reir quando nos han querido pagar con las piedras de nuestros caminos reales.