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Actualizado: 18 de junio de 2025
Todos soltaron la carcajada como si hubieran oído un gran disparate. ¡Lo que es la ignorancia! Entonces desplegó ante su vista el cuadro mágico de la comida andaluza, el gazpacho caliente, el gazpacho frío, la sopa del cuarto de hora, el pescado frito, las bocas de la Isla, etc., etc.
Las dos manos se soltaron, después de rozarse tibiamente; y ambas hermanas sentáronse, Gregoria, pronta siempre a herir; Casilda, resignada a sufrir, sin dar el cambio, todos los golpes, que le fueran dirigidos.
Mi enemigo, agarrado por todas las manos, me dirigió una mirada centelleante de cólera. Luego la cambió por otra irónica, y dijo con aparente sosiego: Vamo, señore, suerten ustedes, que no ha pasao na... Bofetá más o menos, ¡qué importa! Le soltaron, pero sin dejar de observarle con inquietud. Apareció completamente tranquilo.
La chalupa, pasando sobre un banco de arena, entró en la desembocadura del río, y fué a atracar a una isla o más bien un islote, cubierto de un espeso bosque de palúdicos, llamados así porque son plantas que producen las fiebres. Los náufragos soltaron los remos y echaron mano de los fusiles, mientras la primera piragua daba una virada para evitar el banco de arena.
Sentía el hilo metálico hundido en su muñeca como el filo de un cuchillo, y al mismo tiempo un fuerte dolor en la articulación del hombro. Para evitar este tormento, los hombrecillos del aeroplano soltaron una cantidad de cable sutil, lo que permitió á Edwin descender su brazo hasta el suelo.
Uno soltó la carcajada exclamando: ¡Si es uno de los chicos de la bomba! ¡Dale, dale, niño, que está duro! Los otros también soltaron a reir brutalmente y comenzaron a animar al pobrecito sonámbulo. ¡Duro, duro!... ¡Anda con ello!... ¡Más fuerte, chico, que no sube el agua! El desdichado niño, con las voces, redoblaba sus esfuerzos imaginarios moviéndose cada vez con mayor velocidad.
Lucía, sobre todo, se quedó un punto con los ojos dilatados, inmóvil; allí no era posible correr y huir. Pero el pilluelo y la guardiana soltaron la risa; conocían bien aquel silbido, que no era sino el de las botellas de agua mineral que al otro lado de la pared estaban corchando.
Las hermanitas soltaron la carcajada. ¡Ay, qué hermana! ¡Siempre de tan buen humor! exclamó la superiora. Sí, madre; me he casado hase un mes y tres días con este buen moso que ustedes ven delante... No tiene más que un defecto añadió, poniéndose triste , y es que es gallego... Pero no lo parese, ¿verdad?
El viejo no hizo caso: siguió afanoso en su tarea. Gazpacho, no dijo otro . Mejor será que nos convides a un billete de cien pesetas. A ti no te convido. A Anselmo, sí dijo el duque tartamudeando mucho y mirándole airado. ¡Toma! ya sé por qué convidas a Anselmo; porque te anda con el bulto. Descuida, que si es por eso ya me convidarás. Los otros soltaron la carcajada.
Esta contestó sonriendo: Nunca como más. Doña Paula acercó la boca al oído de Venturita, y le dijo: ¿No reparas con qué ceremonia se tratan? Venturita se lo dijo al oído a Pablo, y éste a su padre. Todos cuatro soltaron a reir, mirando a los novios, mientras éstos, confusos, preguntaban con la vista la razón de aquella súbita alegría. Mamá, ¿quieres que les diga de qué nos reímos? Díselo.
Palabra del Dia
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