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Actualizado: 23 de junio de 2025


Solicita y sabe qué enemigo, Con loco amor, con encubierta guerra Nos ofende a los dos con tal malicia; Que si se sabe, yo te haré justicia. Y a los villanos que de murmuran Haré azotar por tal atrevimiento. Idos con Dios. SANCHO. Mis celos se aventuran. NU

Alegre todo el día, activa, solícita, llenaba el hogar del Magistral de cantares religiosos a los que daba, sin saber cómo, sentido profano, aire de la calle. Aquel tono alegre era más picante por el contraste con el rostro de Dolorosa de la joven.

El jefe supremo de los brahmanes, el sublime y venerando Balarán, alma de la conjuración, sabe lo que vales y solicita misteriosa y recatadamente tu auxilio. Para alcanzarle ha venido a Goa en tu busca el sabio brahmán Narada, confidente de Balarán, que ha hablado ya conmigo y que pide audiencia para hablarte.

¡Dice que vale trescientos doblones! exclamó y bien lo creo; esto es muy bueno, muy hermoso, ¿pero por qué me da tanto ese caballero? ¿si serán falsas estas piedras? Esperanza no durmió en toda la noche; al día siguiente se levantó muy temprano, y se fué á una platería. Un caballero que me solicita dijo al platero me ha dado estas joyas: yo he temido que sean falsas.

Clara luchó denodadamente en los días sucesivos contra sus negros presentimientos, contra sus terrores, contra la sangrienta visión que las palabras de la marquesa habían dejado en su mente. Se mostró con su marido cariñosa y solícita hasta el exceso, procurando envolverle en una red de atenciones.

Toda su fuerza de voluntad no había podido borrar aquellas dos señales de las lágrimas y del insomnio. Pero Dorotea sabía que tenía aquellas señales y estaba tranquila. Don Juan entró con recelo; esperaba un recibimiento terrible. Pero se sorprendió al ver que Dorotea se levantaba solícita, salía á su encuentro y le abrazaba.

»Admiró el suceso a toda el aldea, y aun a todos los que dél noticia tuvieron; yo quedé suspenso, Anselmo, atónito, el padre triste, sus parientes afrentados, solícita la justicia, los cuadrilleros listos; tomáronse los caminos, escudriñáronse los bosques y cuanto había, y, al cabo de tres días, hallaron a la antojadiza Leandra en una cueva de un monte, desnuda en camisa, sin muchos dineros y preciosísimas joyas que de su casa había sacado.

Adriana se acercaba a ella, solícita, y acariciándola y jugando con sus cabellos la interrogaba bruscamente, como para descubrir por sorpresa el secreto de sus pensamientos: ¿En qué pensabas? ¡Dímelo, por favor! Pero Laura, respondiendo sin hablar a sus caricias, sonreía con una dulce tranquilidad.

Don Francisco de Quevedo y Villegas, del hábito de Santiago, señor de la torre de Juan Abad, y secretario del virrey de Nápoles, solicita urgentemente y para asuntos graves, una audiencia de vuestra majestad. No me dejarán parar dijo el rey con disgusto . ¿Y quién ha dicho á don Francisco que yo estoy aquí?

Estoy seguro dijo Rafael que va a ponerse otro nombre más, A. POLO DE MÁRMOL DE CARRARA; y que, sin dejar de escribir contra la nobleza y las distinciones, solicita y obtiene algún cargo honorífico de la corte, como, por ejemplo, CABALLERIZO MAYOR DEL PARNASO. Y al duque, ¿le encontraré en Madrid? No, pero podrás verle al pasar por Córdoba, donde se halla con toda su familia.

Palabra del Dia

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