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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Barragán, dando un salto, gritó: «¡Socorro!» y se abalanzó a la puerta; pero viendo que sus enemigos le cerraban el paso retrocedió velozmente, se dejó caer sobre la puerta vidriera de la alcoba, que se abrió con rotura de algunos cristales, y pudo ganar la de escape que comunicaba con el corredor. ¡Socorro, que me asesinan!

Además, habían hecho un beneficio al pueblo, conduciendo al altar a una porción de señoritas de veinticinco a treinta, que, sin este inesperado socorro, se hubieran ido desecando tristemente. Ahora eran casi todas esposas obesas y tranquilas, madres de familia felices, rigiendo una casa bien abastecida.

Mientras Emilia corría veloz al socorro de su padre, que parecía como a dos dedos de la muerte, Augusto hizo un rapidísimo reconocimiento de la habitación, buscando a Isidora. ¡No estaba! «¡Se ha ido, se ha idoexclamó poniéndose de rodillas junto al pobre viejo para prestarle algún auxilio.

Traspasado el corazón de lástima, se despidió de la infeliz patulea, y aunque se mostraron las dos mujeres agradecidas, bien se conocía que algún reconcomio se les quedaba dentro del cuerpo por no haber recibido el socorro que esperaban.

A otros 20 no lejos de los Cerros Calvos, que los indios llaman Mbatobí con la misma fortuna los acabó, excepto uno que se escapó huyendo: con estas dos matanzas se hicieron los españoles mas cautos, y así despues escudrinaban ó exploraban las tierras con tropas mas crecidas: y á la verdad á fines de Enero, habiendo salido un numeroso escuadron, enviaron adelante cinco exploradores, á los que, habiendo el capitan José acometido con poquitos de los suyos, como no hicieren resistencia, los persiguió y mató á cuatro: mas el quinto, escapándose por la ligereza del caballo, llegó corriendo á los españoles, que estaban emboscados detras de las cabeceras llenas de bosque del Rio Vacacay, y esto, acometiendo con un numeroso escuadron al sobredicho capitan, y á pocos de los suyos, como por defecto del caballo cayese en una fosa que habian hecho los toros, le rodearon ó cercaron, y tambien á algunos indios que iban corriendo al socorro del capitan; á quien primero con una lanza, y despues con una pistola, mataron.

Pero se jugaban este socorro, lo perdían, y como los deudores del Casino no pueden volver á él hasta que han cumplido sus compromisos, quedaban clavados en la plaza para siempre, con la ilusoria esperanza de un dinero que todos ellos ignoraban de dónde podría venir.

Ya sólo quedaban en pie las paredes y la parra, con sus sarmientos retorcidos por el incendio y las pilastras que se destacaban como barras de tinta sobre un fondo rojo. Batistet, con el ansia de salvar algo, corría desaforado por las sendas, gritando, aporreando las puertas de las barracas inmediatas, que parecían parpadear con el reflejo del incendio. ¡Socorro! ¡socorro!... ¡A fòc! ¡á fòc!

La cruel Presentación no hizo caso alguno; les echó una mirada burlona y se volvió de espaldas riendo como una tonta. Mario tuvo fortaleza bastante para mantener a salvo su dignidad en tan críticas circunstancias. A nadie demandó socorro.

«Vuestro amor será para la salvación, la paz, el puerto, la tierra prometida, el paraíso perdido y vuelto a encontrar. Amadme como yo necesito ser amado, como se ama a los niños y a los animales, como un amor que sea todo indulgencia, compasión, consuelo, alivio y socorro...» Si la Condesa d'Arda no había triunfado en esa obra ¿era suya la culpa?

El señor Rafael apoyaba con todas sus fuerzas estas proposiciones, aunque disimuladamente hacía guiños expresivos á su sobrino; pero éste sacudía la cabeza con desesperación, hallando cada vez más inevitable el socorro de la química. Mientras tanto seguía el bailoteo en aumento. Tomaban ya parte en él los que antes hacían más remilgos.

Palabra del Dia

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