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Actualizado: 19 de mayo de 2025


El suceso, que sirve de fundamento á estos diversos dramas, ocurrió en la ciudad de Teruel, en Aragón, en tiempo de Carlos V. Don Diego, mancebo noble, pero no rico, ama tiernamente á Doña Isabel, hija del opulento Don Pedro, y es correspondido de igual modo por ella; pero tiene por rival á Don Fernando, protegido por el padre de la doncella, y que cuenta también con el favor de Elena, sobrina de Don Pedro.

De vez en cuando, vibraba una voz fuerte que decía: ¡Herminia!, y los pajarillos volaban espantados hacia el espeso follaje, la arena rechinaba bajo el peso de un pie varonil y aparecía la señorita Guichard con su labor, se sentaba cerca de su sobrina, bajo la sombra embalsamada, y se ponía á trabajar, manejando las agujas de su malla como si fueran espadas y atravesando la lana á grandes pinchazos, como si se hubiera tratado del pecho del aborrecido Roussel.

Bonis miró angustiado a Nepomuceno por ver si sorprendía connivencia entre el tío y la sobrina. Nada; D. Juan, como si no estuviera allí. Pero, hija mía, ¡por los clavos de Cristo!...

El señor Rosambeau, maestro de baile, que vivía en el quinto piso, ofreciose a dar algunas lecciones a la pequeña Judit, y pocos días después la señora Bonnivet participaba a todas las porteras de su conocimiento, que su sobrina acababa de ser admitida en los coros de la Opera; esta noticia difundiose rápidamente de puerta en puerta por toda la calle de Richelieu.

Pero Dios mirará por su pueblo, y deparará alguno que, si no tan bravo como los pasados andantes caballeros, a lo menos no les será inferior en el ánimo; y Dios me entiende, y no digo más. ¡Ay! -dijo a este punto la sobrina-; ¡que me maten si no quiere mi señor volver a ser caballero andante!

Se levantó y salió para ordenar que fuesen en seguida a buscar a su sobrina; después de dada esta orden volvió adonde la guardaban Amaury y el sacerdote y dirigiose con ellos al cuarto de Magdalena. Hacia las cuatro de la tarde llegó Antoñita. A la sazón no podía darse espectáculo más triste que el que ofrecía la habitación de la enferma.

Le amaba sin la menor idea de celos o inquietud, y merecía tan perfecta confianza. Mira, ahí vienen mi padre y el señor de Pavol. ¿Qué tal, sobrina? ¿Qué dices de mis predicciones? Sois muy poco discreto tío le dije, ruborizándome. Fue el comandante quien reveló el secreto; hacía mucho tiempo que lo conocía. ¡Oh! mucho no; desde hace ocho meses. No, desde la primera vez que te vi, querida hijita.

En aquellos días de Febrero del 76, como se pusiera a hablar con su hermana y sobrina de las muchas obras que traía entre manos, no acababa. En tal estudio hacía de Pae Eterno, en el momento de estar fabricando la luz; en otro de Rey D. Jaime, a caballo, entrando en Valencia.

»Querida sobrina comenzó diciéndome; eres demasiado bella y bien educada; tienes talento, más sin duda de lo que convendría a la familia de los Arcos; pero el mal, si lo es, no tiene remedio. Además, cuentas diez y ocho años, y todos los señores de las cercanías solicitan tu mano. »¡Ah! exclamé; no he pensado en casarme...

Mire usted si lo será, que casi no me atrevo... En verdad, tiene que ser algo muy serio para que te tanto reparo a ti, querida sobrina. Pero veamos, ¿de qué se trata? De cosas que no son propias ni de mi edad, ni de mi posición. Vamos, habla de una vez, tontuela.

Palabra del Dia

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