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Actualizado: 12 de junio de 2025


¡Son tantos los enemigos!... dijo luego con desaliento . ¡Somos nosotros tan poca cosa!... Por unos cuantos metros no nos han echado á pique en el último viaje. Lo que no ha sido ahora será cualquier día... Ellos han jurado acabar contigo; y son muchos... y son de guerra. ¿Qué podemos nosotros, pobres marinos de paz?... Tòni no añadió nada, pero sus ideas silenciosas fueron adivinadas por Ulises.

El sacerdote y Gabriel pasearon hablando por las silenciosas naves. No se veían más personas que un grupo de gente de la casa en la puerta de la sacristía y dos mujeres arrodilladas ante la reja del altar mayor rezando en voz alta. Comenzaba a extenderse por la catedral la penumbra de las rápidas tardes de invierno.

Esto era mentira; las señoritas masculinas sólo deseaban bailar, y en cuanto á las matronas barbudas, odiaban los versos, porque su declamación las obligaba á permanecer silenciosas, estorbando sus comentarios y murmuraciones. Pero como todas pertenecían á familias universitarias dependientes de Momaren, creyeron prudente acoger el embuste de éste con grandes muestras de aprobación.

Cuando todos desaparecieron, Ra-Ra volvió á examinar la parte alta y sinuosa del palacio universitario, donde estaban las habitaciones de los doctores jóvenes. Los más de ellos se habían ido á la peregrinación patriótica, y así se explicaba que las terrazas y las galerías permaneciesen silenciosas, sin el ordinario rumor de peleas dialécticas.

El continuaba su carta con la memoria ocupada por el recuerdo de Teri, pero esto no le impedía, por costumbre o por «honradez profesional», el contestar con sonrisas y movimientos de cabeza a las caricias silenciosas de Nélida. Fatigada ésta de la inmovilidad de Ojeda, acabó por apartarse de la ventana, yendo hacia el avante del paseo, donde estaban Isidro y el doctor Zurita.

Para meditarlos, para clasificarlos, para extraerles el jugo, se salía al pasillo, y envuelto en su bata alfombrada y provisto de silenciosas zapatillas suizas, paseaba grave y acompasadamente hasta la hora de almorzar. Después del almuerzo y de reposar algunos minutos, se salía a dar un largo paseo contemplativo por el Retiro.

Antes de encerrarse en un cuartucho de la «Posada de la Sangre» el antiguo «Mesón del Sevillano», habitado por Cervantes había sentido una ansiosa necesidad de ver la catedral; y pasó más de una hora en torno de ella, oyendo el ladrido del perro que guardaba el templo y rugía alarmado al percibir ruido de pasos en las callejuelas inmediatas, muertas y silenciosas. No había podido dormir.

Pálido, anhelante, con el cuerpo rendido a la fatiga y el alma deshecha de dolor, el P. Gil permanecía extendido en su pobre sillón. Tenía el libro abierto sobre las rodillas, los brazos pendientes, los ojos cerrados. Por los intersticios de sus pestañas comenzaron a rezumar algunas lágrimas, que bajaron trémulas y silenciosas por sus mejillas. Era la imagen triste del vencido.

Las estrellas se ponen en orden en el firmamento; la luna se manifiesta sobre la cumbre de las montanas coronadas de nieve: iadmirable espectaculo! conozco que amo todavia a la naturaleza, porque el aspecto de la noche me es mas familiar que el de los hombres, y es en sus tinieblas silenciosas y solitarias, bajo la boveda estrellada de los cielos, en donde he aprendido el idioma de otro universo.

Tal vez no hay en el mundo una ciudad tan llena de encantos, ni tampoco de mayores contrastes, que la vieja y extraña Florencia, con su maravillosa Catedral, su antiguo puente, con sus hileras de joyerías, sus magníficas iglesias, sus pesados palacios y sus obscuras calles, silenciosas y medioevales, algunas de las cuales poco han cambiado desde la época en que Giotto y el Dante las cruzaban.

Palabra del Dia

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