Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 16 de junio de 2025


El torbellino parisiense la había tomado desde su llegada, para no soltarla más. Ni una hora de alto ni descanso. Sentía la necesidad de entregarse a misma, a solas durante algunos días, por lo menos, de consultarse, interrogarse a su gusto en la plena tranquilidad y soledad del campo, pertenecerse, en fin, tener un momento suyo.

Es de advertir que tal idea extraña le perseguía sin cesar. ¿Por qué sentía tanto horror á que los pájaros anidasen en su domicilio? Supuesto que estos animalitos á todos parecen bellos é inofensivos, ¿por qué el capitán se fijaba en ellos en sus vaticinios sombríos y no se acordaba de los ratones, de las arañas ó de las cucarachas, animales más feos y temerosos?

Pero la verdad era que el joven español se sentía apasionado de Carmen, la mayor de las hijas de la anciana, y que ella no se daba por ofendida con ser objeto de las amorosas ansias del mancebo.

Esta, en el momento de irse, le oprimió la mano fuertemente, como para pedirle, con esta seña furtiva, que fuese buena para Muñoz. Se sentaron juntos y él comenzó, penosamente, a repetirle los reproches de siempre, sin encontrar palabras oportunas ni decisivas. La sentía a su lado protegida como por un gran resplandor. Estoy muy mal esta noche, Muñoz, exclamó ella.

Aquella elocuencia natural que había causado asombro al iniciarse en el Seminario, se hinchaba y esparcía como un gas embriagador en las reuniones revolucionarias, enardeciendo a la muchedumbre desarrapada, hambrienta y miserable, que sentía estremecimientos de emoción ante la sociedad futura descrita por el apóstol: la ciudad celeste de los soñadores de todos los siglos, sin propiedad, sin vicios, sin desigualdades, donde el trabajo sería un placer y no existiría más culto que el de la ciencia y el arte.

Cuando todavía el pensamiento seguía dictando a borbotones, tuvo la mano que renunciar a seguirle, porque el lápiz ya no podía escribir; los ojos de Ana no veían las letras ni el papel, estaban llenos de lágrimas. Sentía latigazos en las sienes, y en la garganta mano de hierro que apretaba.

El rostro cargado de colorete y de pasta blanca no conseguía ocultar las arrugas de la edad y otras huellas de una vida trabajosa. ¡Pero aquellos ojos!... Robledo se sentía por momentos más convencido de que era Elena. Los dos se miraron fijamente. Después ella preguntó por señas si podía acercarse, pasando al fin á su mesa. He creído mejor entrar aquí, para que hablemos.

El coronel Roberto, aunque no era cobarde, sentía para una mujer enojada un miedo supersticioso; retrocedió para dejarle libre el paso y fue a rodar impotente por el canapé.

Yo quisiera darte un consejo bien sincero sobre Adriana. No lo tomes a mal ni supongas que pueda guardarle rencor... Al contrario, me ha hecho pasar buenos momentos, me ha mirado con ojos dulces... en fin, yo no podría quejarme... ¿No puedes quejarte? dijo Muñoz, los ojos llameantes y un impulso de echarle las manos al cuello. Sentía que Castilla estaba groseramente mintiendo.

Se declaraban, aun los jóvenes, en la edad triste en que el amor es de cabeza, pura imaginación. Sólo Paco, franco y noble, confesaba que se sentía mejor que nunca, a pesar de haber vivido tanto como cualquiera.

Palabra del Dia

rigoleto

Otros Mirando