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Actualizado: 3 de junio de 2025
-Eso no -respondió Sancho-: no seré yo tan descortés ni tan desagradecido, que con quien he comido y he bebido trabe cuestión alguna, por mínima que sea; cuanto más que, estando sin cólera y sin enojo, ¿quién diablos se ha de amañar a reñir a secas?
Sus ojos recobraron la acostumbrada dureza; sus facciones parecieron más secas, pálidas y angulosas. ¿Qué deseas? dijo con rudeza . ¡Porque seguramente no vienes por el placer de verme!...
Sus ojos adquirían el brillo misterioso de la pubertad; los trajes parecían estrecharse con el impulso de las formas cada vez más llenas y redondeadas y las faldas bajaban hasta los pies, cubriendo algo distinto de aquellas tibias infantiles, secas y nerviosas, vistas tantas veces por la gente de la Galería. El signor Boldini, su maestro de canto, estaba admirado de la hermosura de su discípula.
Los guardianes, viendo en él al antiguo diputado, al agitador famoso que en el período de la República se había negado a ser ministro, le llamaban don Fernando, con instintivo respeto. Llamadme Fernando a secas decía con sencillez. Habladme de tú, como yo os hablo. No somos más que hombres.
Allí pasó el verano, viendo cómo el sol, que no la calentaba, hacía humear la tierra, cual si de sus entrañas fuese a sacar un volcán; allí la sorprendieron los primeros vientos de otoño, que arrastraban las hojas secas. Cada vez estaba más delgada, más triste, con una finura tal de percepción, que oía los sonidos más lejanos.
Después de algunas páginas en blanco, el juez halló este pensamiento que le llamó la atención: «El gozo no tiene tanta virtud para hacer olvidar el dolor, como un nuevo dolor. La noche del 12 de Agosto.» Entre las dos hojas había algunas flores secas, rígidas y descoloridas, a guisa de señal.
A Ojeda le pareció oír mentalmente un alarido general, un relincho inmenso que subía hasta el cielo; y no lo lanzaban las bocas, repentinamente secas: partía de los ojos extraviados, de las ropas estremecidas, de las narices palpitantes. La miraban lo mismo que los pueblos primitivos debieron mirar la primera revelación celeste.
Pero si la montaña y toda la serie de cimas que le corresponden tienen una vertiente vuelta hacia el Norte y sin vientos fríos, y la opuesta recibe de lleno los suaves rayos del Mediodía, ó bien por una parte los vapores del mar se resuelven en torrentes, mientras por la otra están siempre secas las hondonadas, ciertamente que la flora, la fauna y la humanidad de ambas vertientes ofrecerán el más notable contraste.
Siento no estar en Manila en esta ocasión, dije cuando concluyó Enriqueta de darme aquellos pormenores. ¿Y por qué lo siente V.? me replicó aquella. Lo siento porque quizás cuando V. vuelva á Manila encontrará secas y mustias las flores, mientras que si yo estuviese allí las hallaría cual las dejó.
«¡Sí, era un ingrato! ¡un ingrato!» y el amor filial le arrancaba dos lágrimas de fuego que enjugaba, sorprendido de sentir humedad en aquellas fuentes secas por tantos años. «¿Cómo lloraba él? ¡Cosa más rara! ¿Sería el alcohol la causa de aquel llanto? Acaso. ¿Sería... lo que había sucedido aquel día? Tal vez todo mezclado.
Palabra del Dia
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