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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Sólo un funesto error, una locura, ¡Oh, Clori! ¡Oh, rosa del pensil divino! Le hará exhalar tu aroma y tu frescura Entre las secas ramas del espino; Te hará romper el broche delicado, No para abril, para diciembre helado. No así me hieras, si matarme quieres; Mira que así te matas cuando hieres.
Los pies de los cazadores trituraban las hojas secas de que estaba sembrado el camino. Al cabo de algún tiempo terminaron los bosques y empezaron de nuevo las praderas, que se apartaban bastante de las del llano, pues no eran como éstas de un verde claro, sino oscuras y tersas: la hierba, en extremo tupida y menuda. Así que dejaron el bosque toparon con una cabaña, donde hicieron alto.
En las pendientes más secas, en medio de las rocas áridas, crecen el negro orquiso con fragancia de vainilla, y el pie de león, cuya flor nunca se marchita, y es símbolo de eterna constancia. De esas plantas de brillantes flores, algunas no temen la vecindad de la nieve y el agua helada.
Es que el mal de todas las religiones está en su esencia misma, en que no pueden reverdecer constantemente como el árbol de la vida, reponiendo con hojas verdes las hojas secas y con nuevos retoños los troncos viejos; en que no puedan cambiar y caminar con el progreso del espíritu humano.
Una luz clara esparcía sus rayos, y las avenidas hormigueaban de niños alegres, primavera de carne en aquella estación atrasada. Las hojas secas cubrían de manchas amarillas y oscuras la arena de los caminos.
Tal fue la primera idea que se le ocurrió a Silas, estupefacto de sorpresa. Sin embargo, ¿era aquello un sueño? Se puso de pie, aproximó los tizones, y echando encima algunas virutas y hojas secas consiguió levantar llama, pero la llama no hizo desaparecer la visión: no hizo más que iluminar más distintamente la pequeña forma regordeta de la criatura, así como sus miserables ropas.
Tu corazón no debe permanecer por más tiempo expuesto á la malignidad de sus miradas. Sería peor que la muerte, replicó el ministro, ¿pero cómo evitarlo? ¿Qué elección me queda? ¿Me tenderé de nuevo sobre estas hojas secas, donde me arrojé cuando me dijiste quien era? ¿Deberé hundirme aquí y morir de una vez?
Los señores condes, ó los condes á secas, como pedía el señorito Octavio que se dijese. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Hecha la señal de la cruz, los condes se sentaron, desdoblaron las servilletas y acercaron las sillas á la mesa. Los niños continuaron en pie con las manos sobre el pecho murmurando una oración.
Vienes a visitarme, ¡qué amable! pues, haremos los honores, como corresponde... Esta es mí casa: ¿ves ese caño maestro? ahí tengo el dormitorio; bien tapado por un extremo, echo el poncho y duermo dentro muy abrigado y a gusto; el otro, más pequeño, me sirve de despensa... mi lavabo está enfrente: el río, con agua limpita y fresca... y nada más, no necesito más... hasta chimenea tengo: el sol, de día, y de noche no me faltan ramas secas para hacer una hoguera.
Doña Rebeca iba delante, montada en una escoba; llevaba a medio cubrir las piernas, secas y nudosas como leños, y en los pies unas alpargatas cenicientas.
Palabra del Dia
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