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De repente se levantó, asió una mano á doña Clara, la estrechó contra su corazón y exclamó: Explicadme, señora, explicadme este misterio que me vuelve loco. Cuando seáis mi esposo. Pero eso será pronto... ¿No me veis vestida de boda? la corona nupcial de mi madre, las joyas que llevó en una ocasión semejante, me adornan: á falta de traje á propósito la reina me ha regalado éste.

Ya te lo había yo anunciao, que no tendrías hígados pa decir a esta vieja en su cara lo que a me dices cuando sabes... Adiós, hombre, adiós, y que seáis felices. ¡Bueno te vas a poner de huesos! ¡Mia que se podían sacar hormillas de esta buena señora! Y dirigiéndose a la esposa ofendida, añadió : Guárdelo usted como oro en paño, que todavía pueden ustés tener familia.

Lo cual visto por los tres, salieron a ella, y el cura fue el primero que le dijo: -Deteneos, señora, quienquiera que seáis, que los que aquí veis sólo tienen intención de serviros. No hay para qué os pongáis en tan impertinente huida, porque ni vuestros pies lo podrán sufrir ni nosotros consentir. A todo esto, ella no respondía palabra, atónita y confusa.

6 No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poquito de levadura leuda toda la masa? 7 Limpiad pues la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como sois sin levadura; porque nuestra Pascua, Cristo, es sacrificada por nosotros. 9 Os he escrito por carta, que no os envolváis con los fornicarios;

3 Oye, pues, oh Israel, y guarda que [los] hagas, para que te vaya bien, y seáis muy multiplicados, (como te ha dicho el SE

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de , y haré que seáis pescadores de hombres. 18 Y luego, dejadas sus redes, le siguieron. 19 Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en el navío, que aderezaban las redes. 20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en el barco con los jornaleros, fueron en pos de él.

Caballero le replicó el anciano Gerif , seáis el bienvenido; y puesto que nos honramos con vuestra persona, bien os podéis regocijar en este concurso cuanto cumpla al gusto vuestro, pues el valor de vuestra persona nos paga colmadamente favor tan corto.

Despáchale á la isla por el rio, Que dicen de las Palmas, afamado. No de bastimentos tan vacio, Que al fin le han de decir: "bien seais venido:" Que están como los pollos ya piando, Y solo por comida suspirando.

Oh, señora, no seáis inexorable conmigo! exclamó Marta trémula de emoción , me despedís de aquí. ¿Adónde iré? Tened compasión de una pobre viuda. ¿Me acusáis de deslealtad? ¿Creéis que he consentido por dinero en exponerme a vuestra justa cólera? ¡Ah! ¡si supierais que daría la mitad de mi vida por seguir a vuestro servicio!

Pues, mal hombre, y protervo, y maldito que vos sois, exclamó doña Guiomar, ¿cuándo vos habéis merecido el amor, no digo yo mío, sino de cualquiera otra que como yo tenga alma? ¿ni qué sabéis vos qué cosa es amor, si en vos no hay más que deseo corrompido, y lascivia asquerosa, y sangre podrida, y alma ennegrecida por el continuo comercio y trato del vicio, de la mentira y de la desvergüenza? ¿Pero qué mucho que vos seáis así, si hombre sois? ¿ni cómo puedo deciros yo que os desprecio, sin decir que desprecio a los hombres todos? que no hay uno solo que merezca, no ya que una mujer le ame, sino que en él piense, según que lo veo en lo que vos sois, que habiendo recibido de Dios claro entendimiento, no habéis entendido las delicadezas del alma de las mujeres, y cuanto para ellas no hay otra vida que el amor de su alma.