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Actualizado: 19 de junio de 2025
El retraso fue otra fiebre en que la vida de Ana peligró de nuevo. Las señoritas de Ozores y la nobleza de Vetusta suspendieron el juicio que iba a merecerles la hija de don Carlos y de la modista italiana hasta poder reunir datos suficientes. Mientras la joven estuvo entre la vida y la muerte, doña Anuncia encontró irreprochable su conducta.
Ya el pasado invierno, después de su vuelta de Londres, notáronse cambios singulares en las costumbres de Pierrepont, pues se le vio con frecuencia en el teatro ocupando el segundo término de un palco de escena en compañía de señoritas, muy agradables sin duda alguna, pero con las cuales no es uso mostrarse en público, una vez pasados los días de la adolescencia.
Ilustre amigo dijo el Padre de los Maestros con una voz untuosa , las señoras y señoritas aquí presentes me piden que interceda para que nuestro gran poeta nacional las deleite con algunos de sus versos inmortales.
Un lienzo de un retrato de una lámpara que el Señor Duque Don Fernando dió á San Antonio de Padua muy maltratado. Ocho retratos de Señoras y Señoritas de la casa, de diferentes tamaños maltratados. Otros dos cuadros de cerca de vara de unos retratos muy maltratada su pintura. Cuatro cañones de mosquete antiguos maltratados del tiempo que dicen fueron de la batalla naval de Lepanto.
Yo le seguía, llevando a mi lado al humorista D. Acisclo. No sabiendo cómo entablar conversación con él, le dije: Es muy amena la tertulia de estas señoritas... y muy original... Se pasa bien el rato. Usted es forastero, ¿verdad? me preguntó gravemente. Sí, señor; hasta ahora no había estado en Andalucía.
Le admiraba y le compadecía, y, sin quererlo, me sorprendí haciendo votos por él y por su amor sin esperanza. Todas las prendas estaban sentenciadas: las señoritas y algunos jóvenes sentáronse alrededor de una gran mesa redonda que había en el centro del salón, y se pusieron a hojear álbums, revistas y grabados.
Entraban a la sazón por la puerta de la capilla muchas personas: las señoritas de Molende, el juez de Cebre, el cura de Ulloa, conducidos por don Pedro, que los traía allí con objeto de que admirasen los trabajos de restauración. Nucha se volvió precipitadamente; Julián, trastornado, contestó balbuciendo al saludo de las señoritas.
Y vean ustedes cómo, por medio de ficciones novelescas y de caprichosos artificios, hemos venido insensiblemente á saber cuál es, sobre poco más ó menos, la existencia de todas las señoras y señoritas de una de esas ciudades..... La casa, la familia, la iglesia, y alguna vez el campo: he aquí su universo.
Cualquiera tiene un desliz, la carne es flaca; por eso no es bueno para el hombre vivir solo, porque se encenaga, y como dijo quien lo entendía, es mejor casarse que abrasarse en concupiscencia, señor don Pedro. ¿Por qué no se casa, señorito? exclamó, juntando las manos . ¡Hay tantas señoritas buenas y honradas! A no ser por la oscuridad, vería Julián chispear los ojos del marqués de Ulloa.
Llegaban los labradores, con la faja abultada por los cartuchos de dinero, a comprar lo que necesitaban para toda la semana allá en su desierto, rodeado de naranjos; iban de un puesto a otro las hortelanas, elegantes y esbeltas cual campesinas de opereta, peinadas como señoritas, con faldas de batista clara que, al recogerse, dejaban al descubierto las medias finas y los zapatos ajustados.
Palabra del Dia
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