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Actualizado: 19 de junio de 2025
Los mismos que decían esto habían acabado por designarlas con un mote. Las señoritas de Maxeville fueron en adelante «las vírgenes locas». Todo resultaba exacto en este apodo, el defecto y la cualidad. Nadie ponía en duda su locura, ni lo otro.
Las señoras y señoritas más pudientes y aficionadas al lujo acudían, pues, a Juana para sus trajes de empeño, cuando había que lucirlos ya en una boda, ya en una feria o ya en el baile que solía darse en las Consistoriales el día del Santo Patrón.
Sí, vamos, vamos; la escena será chistosa. Levantáronse, y recogieron aprisa abanicos, sombrillas y velos, precipitándose hacia la puerta. Eh, ¡señoritas! decía la condesa de Monteros . No corran ustedes tanto, yo no soy tan joven como ustedes, y voy a quedarme atrás.
Con esto era difícil que en el pueblo, a no infundir una violenta pasión, se casase ninguna de ellas con los hidalgos o señores ricos; y como ambas eran muchachas finas, señoritas verdaderas, no era probable que se hubieran querido casar con ningún arriero palurdo o con ningún labrador rústico e ignorante.
Te andas por las alturas... el ramo de señoritas está mal: aguárdate, que voy a decirte.... Levantose Colmenar, y abriendo un cajón de su pupitre, sacó una tira de papel, rancia y amarillosa, cubierta de nombres, que recordaba las listas de proscripción.
Villavieja es un poblachón negro y antiguo, sucio y desmantelado, con mucha gente desocupada, unos señores muy raros, unas señoritas muy cursis y otras muy estrafalarias. También hay personas muy apreciables; pero pocas.
Cuando las dos señoritas Lammeter entraron al salón de recepción, el que no hubiera conocido el carácter de cada una de ellas hubiera podido sin duda suponer que la razón que había inducido a Priscila, de acciones vulgares, retaca y mal hecha, a vestir un traje igual al de su linda hermana, era su ciega vanidad o la maliciosa ocurrencia de Nancy para realzar de ese modo su singular belleza física.
No traduzca mis palabras, señorito.... Por Dios, no saque usted consecuencias de mi poca habilidad para explicarme. ¿Según eso preguntó el marqués mirando de hito en hito al capellán , usted juzga que no hay absolutamente nada censurable? Clarito. ¿Las considera usted a todas unas señoritas intachables... perfectísimas... que me convienen para casarme? ¿Eh? Meditó Julián antes de responder.
Las señoritas de Ciudad batieron palmas. Inmediatamente se levantó don Serapio, y con lengua bastante gorda propuso en términos concretos que el brillante concurso que le escuchaba se estableciese definitivamente en la Isla, a fin de poblarla, invitando a cada uno de los presentes a buscar lo más pronto posible pareja.
Van cuatro o cinco señoras y otras tantas señoritas del lugar, contando con la tía Casilda, y van también seis o siete caballeritos, que suelen jugar a juegos de prendas con las niñas. Como es natural, hay tres o cuatro noviazgos. La gente formal de la tertulia es la de siempre.
Palabra del Dia
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