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Actualizado: 19 de mayo de 2025


La fantasía de Paco, sus costumbres, la especial perversión de su sentido moral le hacían afeminado en el alma en el sentido de parecerse a tantas y tantas señoras y señoritas, sin malos humores, ociosas, de buen diente, criadas en el ocio y el regalo, en medio del vicio fácil y corriente.

Haz lo que quieras; pero antes consulta con tu conciencia». Esta me acusaba de ingrato. La conciencia quedaría tranquila y callaría. La firmeza de mis propósitos y mi conducta futura lograrían dejarla satisfecha. Linilla no sabría nunca que su Rodolfo le había sido infiel. Me asaltó entonces horrible presentimiento. Las señoritas Castro Pérez estaban en San Sebastián.... ¡Eran tan indiscretas!

En aquella quietud soporífera, en aquella obscuridad de pesadilla hubieran permanecido aquellos caballeritos y aquellas señoritas hasta el amanecer, de buen grado.

Pues usted debe conocer perfectamente a Rita. Cante usted, ea. Señorito, a la verdad.... Yo me crié en esta casa, es cierto; pero sin manualizarme con los señores, porque mi clase era otra muy distinta.... Y mi madre, que era muy piadosa, no me permitió jamás juntarme con las señoritas para jugar ni nada... por razones de decoro.... ¡Ya usted me comprende!

Dimmesdale; á menos que, como se lo habían aconsejado repetidas veces los que tenían autoridad para ello, se decidiera á escoger por esposa á una de las muchas señoritas que espiritualmente le eran adictas.

Las señoritas de Meré, al escuchar tal pregunta, quisieron volverse locas de alegría. Se les caían las lágrimas de risa. ¡Ay, qué Paquito! ¡Ay, qué corazón!... ¡No distingue un San Juan de un Salvador! Y ríe y que te ríe. Hacía muchos años que no habían oído nada tan gracioso.

Sonrió con benevolencia y repuso: Puede que no te falte razón. Será alguna de esas señoritas de ahora que van tan majas y tienen unos cuerpos que da gloria.

La mayor parte de las señoritas comm'il faut están entregadas en cuerpo y alma a los jesuitas, creo que muchas traen cilicios debajo de la camisa. ¡Qué horror! exclamó don Víctor, que estaba presente, aunque no era de la Junta. , señor, cilicios corroboró Foja . Amigo, el Magistral no puede tanto. No ha conseguido que sus hijas de confesión usen cilicios y otras invenciones diabólicas.

Cerca de un año duraron las relaciones. Los novios se veían en la tertulia de las señoritas de Meré. D. Juan Estrada-Rosa, al decir de sus íntimos, se hallaba muy complacido. Varias veces se había insinuado con el conde para que entrase en la casa; pero éste no le había comprendido o había fingido no comprenderle. Fernanda se lo propuso con claridad un día.

Allí, a la sombra de los ahuehuetes, charlaban y reían cinco o seis lechuguinos. Entre ellos estaba el joven cuyo destino fuí a ocupar. mi nombre y el de Gabriela, y una voz que decía: ¿Se casarán? ¡Es cosa arreglada! exclamó alguno.... Parece que.... Y no escuché más. Hablaron tan quedo que no percibí lo que decían. ¡Alguna infamia! Las señoritas Castro Pérez entraron en el templo.

Palabra del Dia

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