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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Giró varias veces sobre sí misma, y descendió rápidamente trazando una pequeña curva, reflejando sobre su pulimentada superficie algunos pálidos rayos. El anciano vió saltar gotas, oyó un ruido quebrado y el abismo se cerró tragándose el tesoro.
Eso sería absurdo. Pero, por esto ¿va a tirar con desdén la pepita y a seguir jugueteando con el agua, moviendo los brazos y haciendo saltar la corriente al azotarla con los pies y sin pensar ya nunca más en aquel poquito de oro que encontró entre la arena?». Estaba muy bien puesta la comparación.
Oyó un ruido que le pareció el de un balcón que abrían con cautela; dio dos pasos más entre los troncos que le impedían saber qué era aquello, y al fin vio que cerraban un balcón de su casa y que un hombre que parecía muy largo se descolgaba, sujeto a las barras y buscando con los pies la reja de una ventana del piso bajo para apoyarse en ella y después saltar sobre un montón de tierra.
Las grandes losas sepulcrales estaban curvadas por el tiempo y la lluvia, con las inscripciones borrosas; las plantas parásitas, creciendo entre las piezas de mármol, las hacían saltar, desuniéndolas con el impulso vital de sus raíces.
Otra pequeñita, oculta bajo un guante oscuro, asomó entonces por la portezuela, posóse en la de Villamelón, y sin tocar casi en el estribo, viose saltar en tierra la elegante figura de la marquesa de Valdivieso.
Al saltar del lecho, ví con satisfacción que Paulino también la oía, pues estaba sentado sobre su estera, con asombro dibujado en sus facciones. Salimos los dos y recorrimos la galería, sin encontrar persona alguna, y con el extraño caso de que el hombre que tosía parecía seguirnos durante todo el trayecto.
O se iba de noche a la orilla de la mar, a que le salpicasen el rostro las gotas frescas que saltaban del agua salada al reventar contra las rocas. Leía cuanto libro le caía a la mano. Montaba en cuanto caballo veía a su alcance: y mejor si lo hallaba en pelo; y si había que saltar una cerca mejor.
Parecía que iba a saltar la sangre de sus tersas mejillas. A la prendera le hacía extremada gracia aquel rubor: para gozar más de él le mortificó todavía algún tiempo. Al fin echó mano al portamonedas. Pero Godofredo la detuvo dirigiendo una mirada de susto a la mesa de sus antiguos amigos. No; aquí no, señora. Hay muchos curiosos. ¿Quiere usted salir a la calle un momento? Con mucho gusto.
El mundo había de alegrarse y saltar loco de embriaguez; debía reflejar la felicidad que rebosaba en su alma al verse amado por Feli. También ellos dos iban en busca de un merendero, de un lugar bonito, para comer, para beber, para darse dos vueltas de vals al son de un piano. ¡Viva la vida!
Nela, tengo que hablarte de una cosa que te hará saltar de alegría dijo el ciego, cuando estuvieron lejos de la casa . ¡Nela, yo siento en mi corazón un alborozo!... Me parece que el Universo, las ciencias todas, la historia, la filosofía, la Naturaleza, todo eso que he aprendido, se me ha metido dentro y se está paseando por mí... es como una procesión.
Palabra del Dia
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