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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Bien se adivinaba viendo la turba de muchachos atrevidos y pegajosos que se iban colando en la barraca, y cansados de contemplar, hurgándose las narices, el cadáver de su compañero, salían á perseguirse por el camino inmediato ó á saltar las acequias.
Cuando se acaricia los labios con su lengua de gata, es capaz de saltar por encima del vengador de la Pampa que tanto miedo le infunde. Otra vez los ojos negros de la madre, ojos abultados y dulces, que recordaban la mirada lacrimosa de los llamados andinos, se fijaron en la hija con una severidad titubeante. «¡Nélida!», volvió a gritar.
El tratar de agradar constantemente, el cortejar al público, y tener siempre el ojo fijo sobre el director de orquesta, y refrenar su propio semblante, y cambiar a cada instante de traje y de color, y saltar de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, y volverse con rapidez, y caer nuevamente de pie, y sonreír, en fin, con los ojos llenos de lágrimas, ¿no es, acaso, dicho en pocas palabras, el programa del baile y la política?
Cabalgar pella cidade Con muyta solennidade; Ver correr, saltar, luctar, Dançar, caçar, montear, Em seus tempos é hidade.
¿Ahora salimos con ésas? gritó dando un golpe con la regla sobre el pupitre, que la hizo saltar en dos pedazos, yo soy un hombre honrado, señor Esteven, y en los tiempos que corren, en medio de la corrupción y de la podredumbre política y social que nos devora, un hombre honrado merece respeto.
El calor es violento y todos anhelamos saltar a tierra, cuando se nos anuncia que la Pointe-
Más de cincuenta años de servicios; y en todo este tiempo, ni un día he dejado de bajar a Madrid... Yo he visto mucho; he visto al señor de Bravo Murillo traer las aguas a Madrid y saltar el Lozoya por primera vez en la antigua taza de la Puerta del Sol; he visto cómo la villa ha ido poco a poco ensanchándose y dándonos con el pie a los pobres para que nos fuéramos más lejos.
El comandante se había quedado como una estatua, mirándome con ojos que, por lo abiertos, parecían querer saltar de las órbitas. ¿Y cómo sabe usted eso? preguntó, al fin, con voz áspera, donde se advertían el recelo y la amenaza. Lo sabe hoy toda Sevilla le respondí con mal humor . Isabel se lo ha contado a las de Anguita, y estas niñas no se muerden la lengua. Le vi ponerse pálido.
No me explicaba aquello. Deseaba sofocar aquel sentimiento exterminador y sanguinario; pero el recuerdo de la infeliz muchacha a quien poco antes había visto, me hacía crispar los nervios, apretar los puños, y el corazón se me quería saltar del pecho. No había cálculo en mí. Todo lo que determinaba mi existencia en aquel momento era pasión pura.
¿Debo morir? preguntó ¿ha llegado ya la hora?... Pues bien; que me fusilen. Aquí estoy. Algunos hombres volvieron la cabeza para ocultar sus ojos... Tuvo que saltar de la cama en presencia de dos vigilantes. Esta precaución era para que no atentase contra su vida.
Palabra del Dia
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