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Actualizado: 15 de julio de 2025


Están siempre igualmente tristes, igualmente severas, durmiendo, envueltas en la bruma. ¡Qué contraste con la inquietud del mar y con sus mil caminos diversos! ¡Qué existencias más inmóviles! Esa casa de piedra amarilla, sombreada por el saliente alero, se me figura la cara de un viejo aldeano, tosco y pensativo. ¡Qué quietud en todo el pueblo!

En los prados que no están protegidos por un dique ó una hilera de árboles contra el ímpetu del arroyo, las débiles márgenes son fácilmente derribadas. El agua que las golpea mina su base; pero durante algún tiempo, las raíces entremezcladas en el césped sostienen la capa superior, saliente como cornisa por encima del agua.

Esta elegante almenara que el pueblo cordobés contempla absorto, mide cincuenta y cuatro codos desde su arranque hasta la parte superior del domo abierto, al cual vuelven la espalda los almuedanes que convocan á la oracion girando por el balcon saliente, cuya graciosa balaustrada ciñe en derredor los cuatro muros como un ligero anillo; y desde este balcon corrido hasta el remate, levanta otros diez y ocho codos , coronándose con tres hermosas manzanas, dos de oro y una de plata, de tres palmos y medio de diámetro cada una, de las cuales parten dos gallardos lirios de seis pétalos que sostienen una granada de purísimo oro.

Jaime, en medio de la vaguedad de sus recuerdos infantiles, contemplaba con saliente relieve la figura de su abuelo. Jamás había encontrado una sonrisa en aquel rostro de patillas blancas, que contrastaban con sus ojos negros e imperiosos. Los de la casa tenían prohibido subir a sus habitaciones. Nadie le había visto más que en traje de calle, con una pulcritud minuciosa.

¿Recuerda usted alguna fecha saliente en la historia de su amistad con ella? ¿Sucedió algo entre ustedes el 12 de agosto? Roberto Vérod se pasó una mano por los ojos antes de contestar, y luego dijo en voz baja: . Estuvimos juntos. La acompañé a la montaña. ¿Qué le dijo usted? Nada. Había otras personas con nosotros. Yo hablé poco, y además, si hubiéramos estado solos, no le habría dicho nada.

Era Karl, que había abandonado el gimnasio y se mantenía de pie entre los dos, mirando a uno y a otro sin entender lo que hablaban. En su atenta inmovilidad notábase una expresión de niño viejo, un fruncimiento de cejas de persona mayor que sospecha y reflexiona. Su frente saliente, de testarudo, parecía hincharse y latir.

El príncipe y Toledo llegan á la plaza y se dirigen á la izquierda del Casino, donde está el Café de París. Lubimoff se sienta á una mesa, en un ángulo saliente del café que las gentes apodan «el Promontorio». El coronel permanece derecho. Ha pasado la tarde con el príncipe, y necesita volver á su casa.

Para que el acto resultase más solemne, Momaren creyó necesario reunir todo su público, esparcido en los diversos salones, y agolparlo en uno solo que ocupaba la parte saliente del edificio, con dos ventanales sobre una plaza. Este salón lo apreciaba mucho por estar amueblado á la moda de otros siglos, cuando reinaban los emperadores de la penúltima dinastía.

Le llamaban el Cantó, como a todos los que en la isla cantan versos nuevos en bailes y serenatas. Era un mozuelo alto, paliducho y estrecho de hombros, un atlot que aún no había llegado a los diez y ocho años. Al cantar, tosía y se hinchaba su frágil cuello, arrebolándosele el rostro, de una blancura transparente. Sus ojos eran grandes, ojos de mujer, con el lagrimal de color rosa muy saliente.

Dirigiendo la mirada hacia el lugar que febrilmente señalaba, al Papagayo de Huichilobos, a poca distancia de nosotros, posado sobre un saliente de la torre. ¡Es idéntico! exclamó. No, dije con bastante calma. Es el mismo. Está vivo, pero tiene rota el ala izquierda. Yo mismo se la he roto.

Palabra del Dia

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