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Actualizado: 22 de julio de 2025


Al punto que el pregón, me salí de la ciudad con mi criado, que ya comenzaba a dar muestras de titubear en la fe que de fidelidad me tenía prometida, y aquella noche nos entramos por lo espeso desta montaña, con el miedo de no ser hallados.

Le diré a usted; yo salí del gabinete haciendo como que me largaba a la cocina, y me planté detrás de la puerta, y por una rendija miré... Se quedó más blanca que el papel..., luego se sentó de espaldas; pero me pareció que yoraba, lo cual que no me lo explico. Vamos por partes: ¿te preguntó las señas del caballero de quien tomaste la carta?

Es tan cierto esto que cuando salí de su casa de buena gana me hubiera vuelto a pedirle a usted perdón.... Si no de palabra, con los ojos y el gesto debió usted comprender que se lo he pedido después muchas veces....

Hice dos o tres observaciones, para ver si cambiaban de lugar, y salí de la habitación. Luego, con el corazón palpitante, esperé media hora, encerrada en mi cuarto y contando los minutos antes de atreverme a volver.

Temerosa voy, después Que he entrado por Adamuz, Por ser camino real, Á que nunca me atreví; Si bien desde que salí, 795 Ha sido el ánimo igual Al peligro que he tenido. ¡Ay, padre, y cuánto dolor Me da el verte sin favor, Si no es que el Duque lo ha sido! 800 Suelen faltar los amigos En la mejor ocasión; Mas ¡ay! que tus años son Los mayores enemigos.

Lo que puedo deciros es que estaba completamente transformada: sólo conservaba de lo que había sido, la cicatriz de la herida que se había hecho en la mano derecha al huir de la infamia: por lo demás los gérmenes morales y físicos que en ella existían cuando yo salí seis años antes de Madrid, se habían desarrollado: en lo moral no era ya pobre muchacha de maneras humildes, viva y tímida a un tiempo, recelosa y confiada, conocedora sólo de la miseria y resignada por un instinto de fuerza a su pobreza: era en el aspecto una dama en la que nada podía echarse de menos, ni las maneras sueltas, dignas y sin afectación del gran mundo, ni el gusto más exquisito en el traje, ni la posesión de misma, ni la ausencia de toda afectación, de todo encogimiento: quedaba siempre en ella la mirada lúcida, anhelante; la dulce palidez, la triste sonrisa, la expresión melancólica y profundamente resignada; pero no era aquella la resignación que se refiere a los dolores físicos, a las privaciones, al trabajo, a la carencia de todo lo necesario: era una resignación más terrible, porque se refería al infortunio del alma; a la carencia de esas expansiones, sin las cuales un ser humano no es otra cosa que un cadáver a quien su propio cuerpo sirve de ataúd ambulante.

Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de las que sólo se ven en este Madrid, salí de casa después de almorzar con el objeto de hacer algunas visitas y también para espaciarme por esas calles de Dios.

No tengo mas apuntes que consultar: escrito queda cuanto mi memoria recuerda haber visto; salí de la ciudad para regresar á Milan, con la cabeza y el corazon henchidos de recuerdos que conservaré toda mi vida, con fervientes deseos de volver un dia, con ardientes plegarias por la emancipacion de la ciudad querida.

Han pasado muchos años desde que salí de mi pueblo, ¿y qué he hecho? Ir, andar, moverme de aquí para allá, llevado por un turbión de acontecimientos que me han dejado el alma vacía. Cuando he buscado un poco de calor y de abrigo, he encontrado frialdad, dureza y egoísmo.

No te acerques tanto. A me gusta tirar de largo dijo la joven riendo. Tristán se sentó frente a ella delante de la mesa de mármol. Lo que me sorprende es que tengas tanta afición a la caza: ¡porque cuidado que es aburrido eso de cazar! Yo no salí más que tres o cuatro veces en mi vida y pensé que moría de tedio. ¡Aburrido! exclamó Clara en el colmo de la sorpresa. ¡Aburridísimo!

Palabra del Dia

godella

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