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Actualizado: 27 de junio de 2025
Candiyú sacudió la cabeza, sonriendo al aparato y a su maquinista, alternativamente: ¡Mucha plata! No tengo. ¿Usted qué tiene, entonces? El hombre se sonrió de nuevo, sin responder. ¿Dónde usted vive? prosiguió míster Hall, evidentemente decidido a desprenderse de su gramófono. En el puerto. ¡Ah! yo conozco usted... ¿Usted llama Candiyú? Así es. ¿Y usted pesca vigas?
Tenia su amante, como le tiene toda hermosa y gran princesa: entró un dia su padre en su aposento, y cogió al amante con el rostro encendido y los ojos que como dos carbunclos resplandecian, y la princesa tambien con la cara muy encarnada. Disgustó tanto al padre el rostro del mancebo, que le sacudió la mas enorme bofetada que hasta el dia se ha pegado en toda su provincia.
Después de algunos minutos, la señora de Maurescamp tomó el partido de mandarlo a acostar, puesto que no servía para otra cosa. El niño acababa de salir, cuando una fuerte ráfaga de viento sacudió las persianas del salón. ¡Ah! ¡Dios mío! exclamó Juana , ¿oís? es una verdadera tempestad y nieva también, ¿verdad?
Te digo que estás pálido, Agapo, no lo niegues, ¿qué le has soplado a Pablo ahora? tú vienes a hacer de lechuza aquí... dime, dime, ¿dónde está Quilito? ¿qué ha sido de Quilito? Le sacudió desesperada, asida a su brazo inerte, y a este violento impulso, una lágrima cayó de las pestañas del filósofo y fué a perderse en el matorral de sus barbas.
Por fin el instinto de conservación les hizo retroceder y salieron de una callejuela para entrar en otra, repitiendo la misma ceremonia. De pronto cesó de llover. Una aclamación inmensa, un grito de alegría y triunfo sacudió a la muchedumbre. ¡Vítol el pare San Bernat!... ¿Y aún dudaban de su inmenso poder los vecinos de los pueblos inmediatos?... Allí estaba la prueba.
El recuerdo de Fray Luis de León pasó como una nubecilla por el pensamiento de Ana que sintió un poco de melancolía amarga. Sacudió la cabeza, se puso en pie y dijo: Dame el brazo, Quintanar; vamos a dar una vuelta por la galería de los perales, mientras la señora torre de la catedral se decide a cantar la hora.... Con mil amores, mia sposa cara.
Es extraordinario... recomenzó Luis María, haciendo correr con disgusto los fósforos sobre la mesa. Y un momento después, con una nueva sonrisa forzada: ¿No tendría inconveniente en acompañarnos un rato? ¿Ya sabe, no? Creo que vuelve Ayestarain. En efecto, éste entraba. Empieza otra vez... sacudió la cabeza, mirando únicamente a Luis María.
Todos le contemplaban curiosamente y sin quitarle ojo, excepto Pedro, el cual, ajeno totalmente al espectáculo, se ocupaba en sacar el cartucho quemado de la escopeta y en arreglar sus llaves. Una llama brotó súbito de la hierba y rozó el hocico del animal, que sacudió la rama con violencia. Ya le come, ya le come, por do más pecado había dijo riendo el cura.
Sacudió la cabeza al oír mi argumento, y me dijo: Siento no ser suficientemente diplomática para poder ocultar de ese modo mi antipatía. Nosotras las mujeres somos hábiles en muchas cosas, pero siempre damos a conocer irremediablemente lo que nos disgusta.
La brigadiera, sin oír más, se lanzó sobre ella, la cogió por un brazo y la sacudió tan fuertemente, que la chica perdió el equilibrio y cayó al suelo, dando con la cabeza sobre un pie del piano: lanzó un grito y se llevó la mano a la cabeza, de donde corría un hilo de sangre.
Palabra del Dia
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