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Actualizado: 12 de noviembre de 2025
Sabe hace tiempo, por las cartas de don Marcos, que Alicia se acordó de él en su último instante, dejándolo heredero de sus minas de plata en Méjico, de todo lo que poseía al otro lado del mar: nada por el momento, tal vez en el porvenir una fortuna casi igual á la que Lubimoff tenía antes en Rusia. Permanece con los ojos fijos en la sepultura.
Yo dije sonriendo á mi mujer: ¿para qué más guerra que una gran asamblea de mujeres? Luego añadí: tal vez sucederá á ese muchacho lo que tú acabas de decir; pero ¿quién sabe si va á Sebastopol contra la Rusia, y es el primer soldado que clava la bandera en la torre de Malacoff, salvando á Europa en las alturas de Crimea? ¿Es decir, arguyó mi mujer, que tú estás porque haya guerras en el mundo?
Mascaba y tragaba con avidez; alimentos y líquidos, al pasar por su boca, adquirían un nuevo sabor raro y divino. El hambre ajena era para él un excitante, una salsa de interminable deleite. Francia le inspiraba entusiasmo, pero á Rusia le concedía mayor crédito. ¡Ah, los cosacos!... Hablaba de ellos como de íntimos amigos.
Y cuando ni en Atenas ni en Roma apareció el núcleo de los super-hombres, bien podemos esperar que no aparezca en el día ni en Inglaterra, ni en Francia, ni en Alemania, ni en Rusia, ni en los Estados Unidos. En fin, allá veremos cómo explica todo esto el Sr.
Recorría sus posesiones en la pequeña Rusia, y un niño, hijo de un mujik, que le servía de guía, iba explicándole las cualidades de los árboles y hierbas: al pasar por delante de un verde matorral, el chico señaló una planta pequeña, de hojas largas y velludas, y le dijo: «Este es beleño, un veneno tremendo.» Entonces, rápidamente, sin dar a su guía el tiempo de acercársele, no ya de impedir el acto, arrancó cuantas hojas pudo coger su mano y las devoró.
Estoy avanzando en Rusia, en Servia y en Rumania debió de decirle a su director . He echado de todas partes al crítico de la Corres, y creo que esto bien vale los doscientos duros...
Tallo gentil y esbelto, como enhiesta palmera donde alegres laboran las abejas su miel, con suave ritmo que los nervios exaspera, como si fuese espíritu de un viejo moscatel. Todo un conjunto armónico y grato que envidiara la ardiente castellana y la impasible miss, la princesa que el cielo de Rusia cobijara y la dama que siente la fiebre de París.
Sentado en una silla, en medio del arco que separaba el saloncito de la alcoba, se entregó en manos de Garabato, el cual había abierto un saco de cuero de Rusia, sacando de él un neceser casi femenil para el aseo del maestro.
Le tomé del brazo y llevándole a parte le dije: Comandante ¿Pablo se va a Rusia? Sí, su viaje está decidido. He pensado... si quisierais que... En fin, sería mejor... Sin duda alguna, la cosa era mucho más difícil de decir que lo que yo me había imaginado. Mi altivez ponía obstáculos y me aconsejaba callar. ¿Y qué, hijita? Habla pronto, mira que me hielo aquí.
Digna es, por tanto, de ser tratada y explicada más prolijamente. Arminda, princesa de Trinacria, y sus dos pretendientes, los príncipes de Rusia y de Suavia, persiguen á Leonido con sus espadas desenvainadas, dándole apenas tiempo de refugiarse en una barca con un compañero fiel, y escapar, á fuerza de remos, de sus perseguidores.
Palabra del Dia
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