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La torre, en la claridad, luce en el cielo negro como un encaje rojo, mientras pasan debajo de sus arcos los pueblos del mundo. El camarón encantado Cuento de magia del francés Laboulaye. Allá por un pueblo del mar Báltico, del lado de Rusia, vivía el pobre Loppi, en un casuco viejo, sin más compañía que su hacha y su mujer.

Al cabo de un mes, las hojas de publicidad estaban llenas del relato de un caso extraordinario: el Príncipe Alejo Petrovich Zakunine, el nihilista feroz, el revolucionario implacable de quien nadie había tenido noticias durante tanto tiempo, había vuelto a Rusia, a Odesa, por la vía marítima: a bordo del vapor se había descubierto a los agentes de la policía para que le entregaran a la justicia.

Así brotó, transfigurado y esplendente todo el ciclo del rey Arturo y de la Tabla-redonda, cuando los normandos, venciendo a los anglos, vengaron a los bretones; el Shah-Nameh de Firdusi, cuando los turcos, venciendo a los árabes, vengaron a los pueblos del Irán; y hasta el Kalewala, aunque más por esfuerzo de mera erudición que por flamante inspiración poética, cuando Finlandia pasó al dominio de Rusia, vencidos los suecos, sus dominadores antiguos.

Toledo hubiera querido hacer lo mismo, pero tenía que cumplir antes sagrados deberes de su ministerio, y vagó por diversas habitaciones, registrando muebles, subiéndose en las sillas para huronear en lo más alto de los armarios. Buscaba una caja de pistolas de desafío que le había regalado en Rusia uno de los generales amigos del difunto marqués.

Cuando la condesa quedó sola con los suyos, dijo con aire de triunfo a Rafael: Y ahora, ¿qué dices, mi querido primo? Digo contestó Rafael que el gorjeo es mejor que la pluma. ¡Qué ojos! exclamó la condesa. Parecen dijo Rafael dos brillantes negros en un estuche de cuero de Rusia. Es grave dijo la condesa ; pero no engreída. Y tímida siguió Rafael , como una manola de Lavapies.

Ya lo anuncié yo decía con suficiencia en los corrillos del atrio del Casino, donde le escuchaban por su condición de militar . El kaiser ha aglomerado en Francia todas las tropas que tenía en Rusia. ¿Quien no esperaba esto?... Y los nuestros son indudablemente inferiores en número.

Esto viene en apoyo de mi tesis, en la cual no afirmo que en literatura no haya modas, sino que no debe haber modas en literatura y que los verdaderos literatos, cuando quieran escribir obras durables y no contentarse con un aplauso efímero, y cuando quieran emplear el verdadero arte exquisito y profundo, no descubierto recientemente en Rusia, sino conocido ya en Grecia, desde los tiempos de Homero, deben prescindir de la moda y dejarse llevar de la propia y natural inspiración de la que nace, sin buscarlo ni pretenderlo, cuanto hay de original, de peregrino y de nuevo.

El maestro parecía melancólico, como si le pesasen lo mismo que un remordimiento las comodidades que le proporcionaba el príncipe y sus larguezas pecuniarias. Tenía ocupaciones más urgentes que navegar á capricho en un buque de lujo. Y desapareció para volver á Rusia, como si la horca tirase de él, como si deseara, en caso de mejor suerte, dar por segunda vez la vuelta á la tierra.

Tenga usted la bondad de facilitarme alguna seña.... Color encarnado obscuro... de piel de Rusia... broches plateados.... Basta, basta dijo el fondista, que tomó de un cajón del mostrador la preciosa prenda, entregándola honradamente a su poseedor legítimo.

A la vuelta de una de estas excursiones, que le hacían correr el mundo como si fuese su propiedad, recibió por el telégrafo sin hilo la noticia de que Alemania acababa de declarar la guerra á Rusia y á Francia. No experimentó gran extrañeza. Conocía personalmente á Guillermo II. El era la causa de que el príncipe Lubimoff evitase navegar en verano por las costas de Noruega.