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Al final, el capitán consejero levantó su copa por Francia. «¡Hoc!», gritó como si mandase una evolución á sus soldados de la reserva. Por tres veces dió el grito, y toda la masa germánica, puesta de pie, contestó con un «¡Hocsemejante á un rugido, mientras la música, instalada en el antecomedor, rompía á tocar la Marsellesa. Desnoyers se conmovió.

¡Mentís! gritó ella, é inclinándose rápidamente clavó los dientes en la mano que la apresaba. Soltóla él, lanzando un rugido de dolor y la doncella corrió á guarecerse detrás de Roger. ¡Fuera de mis tierras, vagabundo! gritó furioso el otro.

Era un rugido inmenso que conmovía la techumbre del taller, y hacía temblar la tierra: un escape de fuerzas y de fuego por la boca del convertidor, á impulsos de la corriente de aire comprimido que venía del vecino edificio, donde estaban las grandes máquinas inyectadoras.

Dió un rugido, amenazando con sus puños á los insolentes que acababan de devorar su comida, pero éstos huyeron, estableciendo cierta distancia entre ellos y el coloso. Además se sentían protegidos por las tinieblas de la noche, y contestaron con risas y exclamaciones de burla á la protesta del Hombre-Montaña.

Huía... huía, debilitando su rugido. Pasó mucho tiempo antes de que se notasen sus efectos. Los dos amigos llegaron á creer que se había perdido en él espacio. «No llega... no llega», pensaban. De pronto surgió en el horizonte, exactamente en el lugar indicado, sobre el borrón del bosque, una enorme columna de humo, una torre giratoria de vapor negro, seguida de una explosión volcánica.

Vérod volvió a dejar caer el brazo, y con voz sorda, trémula, repitió: ¡Asesino! He venido para que usted cumpla justicia. Lo que usted haga será justo. Pero escúcheme usted todavía un instante. Cuando la vi caer, cuando vi su sangre brotar de su horrible herida, un rugido se escapó de mi pecho. Todavía estaba viva. Vivió para decirme sus últimas palabras.

la pálida frente pura reflejando la hermosura del amor de los amores, de la maternal ternura olvidaba en la locura de su espanto los horrores. ¡Oh tu amor cuál te amedrenta! dijo Ataide conmovido. ¡, de la brava tormenta Ayela exclamó el rugido en mi corazon herido siento horrible y me amedrenta!

Sin duda van a hacer algo en las esclusas responde él en el mismo tono. No te muevas y no tengas miedo. La sombra avanza rápidamente... Un grito, una especie de rugido animal, atraviesa la noche, dominando el ruido de la tempestad. ¡Es Martín! dice Juan, retirándose algunos pasos.

El trajín que llevaba desde por la mañana, era suficiente para quebrar la fibra de un individuo más bien templado, si podía haberlo, que aquel italiano atlético, cuadrado, con las crines erizadas, cuya voz era un rugido; tan brusco en sus maneras, que un buenas tardes de su boca hacía el efecto de un escopetazo a quema ropa, y un apretón de manos producía la sensación de arrancar el brazo, a tirones, brutalmente.

Un rugido de entusiasmo saludó el principio de la traca, diversión favorita de un pueblo que ha heredado de los moros la afición a correr la pólvora. Pendiente de los árboles daba la vuelta al largo paseo aquella envoltura de papel rellena de pólvora, colgando a trechos los blancos cucuruchos que contenían los truenos. Durante media hora repitió el eco aquel estruendo de batalla.