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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Sonó junto a una ventana del comedor un rugido de fiera rabiosa, un baladro amplificado por el tubo de una bocina. A continuación, el tableteo de varios rayos imitados con choques de latas y las sinuosidades de un trueno repiqueteado sobre el parche del bombo. Todos los ojos se volvieron hacia la entrada del comedor. Alguien iba a llegar.

El grito de ¡abajo los jesuítas! era contestado por un rugido unánime de la masa. En las calles inmediatas al Arenal caían á pedradas los cristales. Algunos chicuelos subían por las fachadas con agilidad de monos para arrancar las colgaduras de la Virgen de Begoña, dejándolas caer sobre el gentío, que las hacía pedazos. Una noticia circuló como un relámpago por la gran masa detenida en el Arenal.

La herida, que fue en el pecho, lejos de contenerle, le enfureció más; y dando un espantoso rugido, arrancó hacia atropellando a Canelo, que en vano había hecho presa en una de sus orejas. Faltándome terreno en que desenvolver el recurso de la escopeta, di dos saltos atrás empuñando el cuchillo; pero ciego ya de pavor y perdida completamente la serenidad.

Este se levantó enseñando los dientes, y lanzando un rugido se echó sobre domador; el viejo ayudante metió, por entre los barrotes de la jaula, una palanca de hierro para aislar el hombre de la fiera, pero con tan poca fortuna, que la palanca se enganchó en las ropas del domador y en vez de protegerle le inmovilizó y le dejó entregado a la fiera.

Inmediatamente volvió sus ojos á la mesa, olvidando al príncipe, al oir un nuevo rugido del público. Faltaba poco para que algunos saludasen con aplausos los repetidos triunfos de la duquesa.

¡No! murmuró en un rugido el xeque; ¡la muerte fuera tu perdon! ¡más te valiera, infame, no haber nacido! Y despiadado, brutal, del suelo la levantó, con ella al corcel saltó, partió como el vendaval; sin ladridos la jauría fué tras su fiero señor, y á poco el postrer rumor en la noche se perdia.

Pues bien, no, señores, á despecho de todo, mi enseñanza hizo su efecto. Á pesar de Novelli y de la escuela italiana, esa mujer canta de vientre... ¿Fué con el pecho ó con el vientre con lo que habló Campistrón? Marenval y Tragomer no pudieron saberlo; ello fué que se estremecieron y que los vidrios temblaron al formidable rugido que salió de la boca del tenor. Pero Campistrón se calmó pronto.

Yo los casaré. ¿Por lo pronto, le tenemos ya dentro de palacio? Fray Luis ahogó en su garganta un rugido que se revolvió sordo, poderoso en su pecho. La última pregunta de la reina le había aterrado.

Por entre el ramaje de los árboles veíase el cielo azul obscuro de las noches de verano, moteado por el luminoso polvo sideral. Como un sordo rugido semejante al hervor de lejana caldera, llegaban los rumores de la ciudad al paseo obscuro y silencioso.

Venían graves, firmes, imponentes hacia ellos, como si tuviesen seguridad de arrollarlos y sepultarlos para siempre entre sus pliegues, pero a las cinco o seis varas de distancia se dejaban caer en tierra desmayadas, expresando su pesar con un rugido inmenso y prolongado. Los torrentes de espuma que salían de su ruina venían extendiéndose y resbalando por la arena a besarles los pies.

Palabra del Dia

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