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Actualizado: 27 de junio de 2025
Las tierras eran de lo mejor para sembrar, y la princesa tenía fama de inteligente y hermosa; así es que empezó a venir de todas partes un ejército de hombres forzudos, con el hacha al hombro y el pico al brazo. Pero todas las hachas se mellaban contra el roble, y todos los picos se rompían contra la roca.
Miguel, colocándose á sus espaldas, vió que tenía una manga casi suelta, dejando ver la blanca carne del brazo y la deliciosa oquedad de la axila con su fino musgo. Se arrepintió de su violencia, de sus maneras, que rompían al acariciar, como las de un marinero ebrio. Otra vez se apiadó Alicia de su confusión infantil. No vale la pena.
Y sin duda, para distraer á su enfurruñado acompañante, siguió con acento regocijado la enumeración de su miseria. ¡Ay, la guerra, con sus atroces encarecimientos! Las medias de seda eran malas, se rompían con sólo usarlas una vez, y únicamente podían adquirirse á precios fabulosos. Prefería prolongar la existencia de las que guardaba de sus tiempos de riqueza, por ser más sólidas.
Delante iban los más pequeños, y detrás los mayores; el capellán, el inspector y los demás profesores cerraban la marcha. Cuando llegaban a un paraje solitario y apartado, se hacía alto y se rompían filas. Durante una hora entregábanse todos a los juegos peculiares de la infancia, el salto, la pelota, la peonza, etc.
Rompían las guitarras en melancólico rasgueo, daba el novio su mano a la novia para que se levantase entre el crujir de las almendras aplastadas por sus pies, y comenzaban a bailar, colocando ella su corona sobre la cabeza del marido.
Las olas, enormes, amarillas, venían de tres o cuatro partes diferentes y se rompían en un torbellino de espumas. En este momento, Larragoyen, quitándose la boina, dijo: Un padrenuestro por el primero de nosotros que se ahogue. Confieso que la cosa me hizo muy mal efecto. Rezaron todos; yo miraba a lo lejos.
Después, el señorito cogió de una mano a María de la Luz, y sacándola al centro del corro, rompían a bailar las sevillanas, con una gallardía que provocaba gritos de entusiasmo. ¡La grasia e Dió! exclamaba el padre rasgueando la guitarra con nueva furia. ¡Vaya una parejita de palomos!... ¡Eso es bailá!
Felicia en vez de responder rompió á llorar hilo á hilo como su hija, de tal modo que ésta se vió al cabo necesitada á consolarla. ¡Nunca pensara, Demetria, que me habías de dar un disgusto tan grande! articulaba entre sollozos que la rompían el pecho. Demetria atribulada la besaba y la abrazaba con anhelo. Perdóneme, madre... yo no quería disgustarla... ¡No llore, madre, no llore!
La señora Angustias, hembra fuerte, obesa y bigotuda, que no temía a los hombres e inspiraba respeto a las mujeres por sus resoluciones enérgicas, mostrábase descorazonada y floja ante su hijo. ¡Qué hacer!... Sus manos habíanse ensayado en todas las partes del cuerpo del muchacho; las escobas se rompían sin resultado positivo. Aquel maldito tenía, según ella, carne de perro.
D. Alvaro ha perdido gran ocasión, por no hacer lo que todos los capitanes y soldados deseaban, que eran de parecer de salir á pelear con ellos, porque ciertamente los rompían. En este medio el fuerte se reparaba, porque aún no estaba acabado de fortificar, y los turcos comenzaron á marchar al frente; y viendo esto el Sr.
Palabra del Dia
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