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Actualizado: 27 de julio de 2025


Yo no si parecerá bien a los lectores de cierta contextura, que un mozo como Ángel les fuera con aquellas puerilidades y estas retóricas a dos señoronas de Madrid que estaban pasando una temporada en una playa de baños, y entretenidas en ver desde el mirador de una fonda cómo rompían las olas del mar, allí cerca; pero, poniéndome en el peor de los casos, quiero que consideren aquellos caballeros que de todo se puede hablar con señoras, por aburridas que estén, hasta del teorema de Sturm, que es la materia más desabrida que yo conozco; porque el peligro de cansar al prójimo no está en lo que se le cuente, sino en el modo de contárselo, y puedo certificar que el relato de Ángel, por lo fresco, por lo natural, ingenuo y desenfadado, fue oído por las damas sin desperdiciar punto ni coma.

Rompían la marcha los oficios de la ciudad; seguiam 24 bordonadores; luego los prelados mas principales y algunos personages y ricoshombres: venia á continuacion la música de menestriles y trompetas: un castillo con 4 cirios de cera blanca; despues doce caballeros con hachas que acompañaban á pie á la Reina, y detrás de esta la de Nápoles, la infanta Doña Isabel y otras damas de palacio y de la ciudad en muy gentiles palafrenes.

Y los más, optaban por enviar una Comisión al General Otis para provocar declaraciones francas sobre la situación, formalizándose el tratado de amistad, si Estados Unidos reconocía nuestra Independencia, ó se rompían en el acto las hostilidades, si se negaba á ello.

Sus mercaderes eran audaces para la navegación, ásperos para la ganancia, prontos para la pelea. Tal vez por ser los genoveses de igual carácter y sus vecinos más inmediatos, rompían con ellos.

Entonces se inclinó hacia el suelo, cogió de un rincón un manojo de cuerdas olvidadas, y esgrimiéndolo a manera de látigo, castigó con justicia y sin piedad. Nadie le veía, nadie sentía dolor, y sin embargo las cuerdas acardenalaban las carnes, rompían las galas y mostraban desnudos los cuerpos pecadores.

El agua, verde y blanca, saltaba furiosa entre las piedras; las olas rompían en lluvia de espuma, y avanzaban como manadas de caballos salvajes, con las crines al aire. Lejos, a media milla de la costa, como el centinela de estos arrecifes, se levantaba la roca de aspecto trágico, Frayburu.

La aspereza, los ángulos frágiles de esa costa de guijarros, sus puntas y sus picos, sus entradas súbitas y abruptas, imponían á la tempestad saltos, botes, esfuerzos increíbles, torturas infernales. Rechinaba de blanca espuma, pareciendo responder con una sonrisa execrable á la ferocidad de las lavas que desapiadadamente la rompían.

Ha habido día, Gabriel, que he recogido ochenta duros. Me acuerdo: fue en el último Corpus. Mariquita tuvo que recoserme los bolsillos de la sotana, que se rompían con el peso de tantas pesetas. Fue una bendición del Señor. Y miraba tristemente los talonarios, como lamentando que pasasen los días del invierno sin cortar más que alguna que otra hoja.

La procesión salió en buen orden de la iglesia a las ocho en punto de la mañana. Rompían la marcha el sacristán y los monaguillos, que llevaban el estandarte, la manga de la parroquia y dos cruces de plata, a uno y otro lado de la manga. Después muchísima cera, esto es, multitud de hombres con velas encendidas caminaban en dos hueras.

Por fin, después de momentos en que no brilló la paciencia cristiana, vimos aparecer nuestras bestias, que, bien pronto ensilladas, nos permitieron emprender viaje. Partimos todos juntos. Rompían la marcha las dos hijitas del ministro inglés, Mimí, de 6 años y Dizzy de 5, dos de aquellas criaturas ideales que justifican el nombre de «Nido de cisnes», que el poeta dio a la isla británica.

Palabra del Dia

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