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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Y no se hable más de esto, y véngase conmigo esa doncella y con mi rodrigón, y vos id luego, que ya sabéis dónde está la puerta principal de mi casa.

Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros.

En fin, un domingo, la hermosísima viuda doña Guiomar de Céspedes y Alvarado se vino a la casa, y en cuanto en ella entró, la casa se cerró a piedra y lodo, y de tal manera que no parecía sino que lo que en la casa se había hecho había sido para encantarla después; la puerta principal no se abría sino por la mañana entre dos luces, para que saliese una silla de manos, en la cual iba sin duda la hermosísima doña Guiomar, y una hora después, cuando la silla de manos volvía; tanto a la ida como a la venida acompañaban la silla de manos la dueña, el rodrigón, los dos pajes, con la silla, el cogín y la alfombra, y los cuatro lacayos bigotudos que Viváis-mil-años había visto, como hemos dicho en otra ocasión, acompañando a la dama en el jardín o huerta de la casa del duende.

Pues ved ahí, que mi señora es quien os ruega que vayáis á su aposento. Pues tirad adelante, don rodrigón, consuelo de contrahechos. ¡Bah! tengamos la fiesta en paz, tío, que no sois vos ciertamente quien puede hablar de corcovas; y vamos adelante, que mi señora espera. Pues adelantemos.

Era una dama como de veinte a veinticuatro años, muy gentil y hermosa, rubia y blanca, de buen continente y estatura, pensativa y grave, y vestida noble y riquísimamente. Acompañábanla dueña quintañona y rodrigón avellanado, y la hablaban con encarecimiento, y proponíanla, a lo que parecía por las señas, composturas y arreglos en la huerta, dos maestros de obras.

Preguntó el rapista a la bodegonera de dónde había sacado todas aquellas noticias, y díjole ella, que el rodrigón que había visto acompañando a la hermosa indiana, había ido tres días antes al bodegón, y la había preguntado quién fuese el amo de la casa deshabitada y si sabía que la casa se vendiese, a lo que ella había contestado ocultándole lo del duende, lo cual la había valido un buen regalo del señor marqués de los Alfarnaches, a quien había avisado en buen tiempo, y que el señor marqués la había dicho después, que la tal dama se llamaba doña Guiomar de Céspedes y Alvarado, que era viuda, que apaleaba el oro, y que al morir su marido, que había sido un viejo oidor de la chancillería de Méjico, había hecho buenos doblones su hacienda, y se había venido a Sevilla, de donde era natural, aunque por haberla llevado su marido a Méjico, todos la creían y la llamaban indiana.

Pero cuando estaba en lo más ardiente de su acusación fiscal, entró la dueña cojitranqueando, y dijo: Todo el mundo al cuarto de la señora. El mundo todo aquel á que se refería la dueña, eran un rodrigón que ya conocemos, dos doncellas, dos escuderos, dos criados y un paje. Todo el mundo entró con cuatro palmos de curiosidad en el aposento de la joven.

Y el rodrigón tiró delante del tío Manolillo y le introdujo al fin en la misma habitación donde había introducido antes al cocinero mayor. El bufón quedó solo con doña Clara, que le salió al encuentro. ¿Conque al fin? dijo el bufón, mirando de una manera fija y burlona á doña Clara. ¿Qué queréis decir? contestó la joven.

De todas suertes, doña Camila se rodeó de precauciones pedagógicas y preparó a la infancia de Ana Ozores un verdadero gimnasio de moralidad inglesa. Cuando aquella planta tierna comenzó a asomar a flor de tierra se encontró ya con un rodrigón al lado para que creciese derecha. El aya aseguraba que Anita necesitaba aquel palo seco junto a y estar atada a él fuertemente.

Yo también voy á engalanarme, á prenderme las hermosas joyas que me has regalado. La doncella, escandalizada, se fué á decir á los demás criados, al rodrigón, á la dueña y al escudero, que su dama había recibido á solas á un caballero que la besaba, y lo que era peor, que la regalaba joyas.

Palabra del Dia

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