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Actualizado: 19 de junio de 2025
A pesar de lo apacible y alegre de mi carácter durante toda mi vida, empecé a sentir entonces, con enojosa persistencia, odio y desprecio hacia mí misma y hacia la gente que me rodeaba y miedo de verme tan sola, sin haber obtenido nunca sino fugaces amistades y sin contar con persona alguna en quien poner mi confianza y mi profundo y verdadero afecto.
También éstos son de los lobos... Los ladrones, los verdaderos ladrones que turban el orden y la paz, los que ponen en peligro la vida de los hombres, están muy altos, en sitios adonde no llega la autoridad. El señor José hablaba como un ciego que fuese recobrando poco a poco la luz. Fijábase con asombro en todo lo que le rodeaba.
El círculo que la rodeaba se iba estrechando, y la dama empezaba a sofocarse. Dio algunos pasos; pero de cada una de sus pisadas brotaba una compasión nueva; delante de su caridad luminosa íbanse levantando las desdichas humanas, y reclamando el derecho a la misericordia.
Parecíale gentezuela de poco más o menos toda la que la rodeaba en su pueblo, y se prometió solemnemente morir soltera si no se presentaba por allí un pretendiente que, a la cualidad de buen mozo, reuniese un poco de educación, algo de mundo y cierto aquel a la usanza del día.
Su amigo, dándose cuenta de ello, quiso cambiar el curso de la conversación. Habló de su mujer con cierto orgullo, como si considerase el mayor triunfo de su existencia que ella hubiese accedido á ser su esposa. Reconocía la gran influencia de seducción que Elena parecía ejercer sobre todo lo que le rodeaba.
Aresti tuteaba al ingeniero, sin conseguir que éste le tratase con igual confianza, pues el doctor le inspiraba cierto respeto, á pesar de su carácter comunicativo. Los escudriñadores ojos de Aresti, habituados al examen rápido de todo cuanto le rodeaba, iban rectos á aquella carta que Sanabre pretendía ocultar. Eso no será ningún trabajo de ingeniería dijo en voz baja y con sonrisa burlona.
Cuando los rayos del sol esparcieron por la superficie del arroyo sus primeros reflejos, me pareció que el agua había disminuido lo suficiente para franquear el arroyo y continuar mi marcha después de liar mis ropas en una especie de turbante que rodeaba mi cabeza; me aventuré á franquear la corriente y, no sin peligro, conseguí llegar á la orilla opuesta.
Y el hombre práctico, el inglés, para no divagar más, cubría otras dos hojas con las explosiones de su indignación contra todo lo que le rodeaba: contra sus hermanos de raza, tímidos y humildes, que besuqueaban la mano enemiga; contra los nietos de los antiguos perseguidores; contra el feroz padre Garau, del que no quedaba ya ni polvo; contra la isla entera, la famosa Roqueta, a la que vivían sujetos los suyos por un amor al terruño, pagado siempre con aislamientos e insultos.
En ningún estado de la sociedad habría sido lo que se llama hombre de ideas liberales; siempre hubiera necesitado, para la paz de su espíritu, sentir que la fe le rodeaba por todas partes, sosteniéndolo, al mismo tiempo que estrechándolo en un círculo de hierro.
Allá en las profundidades de su sér, ocupado con actividad extraordinaria en coordinar la legión de pensamientos majestuosos que pronto habían de verter sus labios; y de consiguiente ni veía, ni oía, ni tenía idea de nada de lo que le rodeaba; pero la parte espiritual se apoderó de aquella débil fábrica y la arrastró consigo adelante, inconscientemente, y convertida también en espíritu.
Palabra del Dia
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